La muchacha del vestido azul palido

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En uno de esos típicos días aburridos en los que el único entretenimiento posible era su móvil, Miranda conoció a la muchacha del Vestido Azul Palido. Habia sido por internet, sorpresivamente, puesto a que fue por una de esas lindas casualidades de la vida.

Una red social, una publicación interesante y ya, eso y una pizca de destino bastó para que las dos se conocieran. DesiLucieones -el cual era el usser de la muchacha- y Miranda pronto entablaron una conversación entre comentarios la cual luego pasó al chat privado para finalmente llegar a WhatsApp. Las dos parecían llevarse bien, con charlas entretenidas y preguntas bizarras; tenían cosas en común y otras no tanto, pero aún así lograron hacerse buenas amigas.

La primera vez que vió a Lucia se encontró con una mujer castaña y bastante alta y delgada la cual llevaba un bellísimo vestido Azul Palido; Color que se volvió el favorito de Miranda, porque le recuerda a las curvas de la muchacha. Se habían encontrado en un cine que quedaba a medio camino de ambas casas (Ya que sus ciudades estaban a dos horas de distancia y el cine, pues, a una) Habían visto una película llamada "Un Mounstro viene a verme" que, al parecer, estaba basada en el libro favorito de Lucie, y luego de eso habían acabado a los besos en uno de los cubículos del baño.

Como casi siempre nuestra protagonista llenaba su cabeza con la idea de que sus labios encajaban perfectamente con la muchacha a la que besaba. Y aunque le gustaba, le gustaba muchísimo, muy dentro suyo sabia que solo era eso.

De todos modos fueron rápido y sin tropiezos, y su tercera cita acabó en sexo. Y había que admitirlo, se había sentido bien, Miranda aun creía firmemente que estaba enamorada de la muchacha del vestido azul palido. Y esas creencias fueron las que la llevaron a despertar con lagrimas en los ojos.

¿Qué todos los hombres son iguales? Venga, que las mujeres también destrozan corazones... Pues, cuando Miranda despertó, solo tenia la compañía de su gato y sus pensamientos.

Y pasó una semana, dos, un mes... Y finalmente Miranda entendió que ella no respondería sus mensajes, ni la invitaría al cine a media noche, y comprendió que ya no habría más besos en baños públicos y escaleras que llevaban a ninguna parte.

Así que se olvidó de ella, de su nombre, de su cuerpo desnudo, y solo recordó ese vestido azul palido que detallaba tanto sus curvas.

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