Freak

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Era hora. Todo se acabaría desde ese mismo momento. Apenas Jack cruzara esa puerta, todo mi mundo y mi pasado se derrumbarían en escombros y desperdicios.

Estoy solo, con el alma en pecho, esperando a mi marido; con cuerpo y mente destrozados. No puedo creer lo que estaba pasando; jamás creí llegar tan lejos. Nunca imaginé que las caricias se transformarían en silencio; los susurros en gritos; y los besos en distancia.

Siempre culpé a su trabajo, el mío, nuestras familias, y el rechazo de la sociedad hacia nuestra relación. Pero no podía estar más equivocado. Todo era mi culpa. Yo comencé a quejarme de cada defecto y error que Jack cometía. Simplemente se cansó. Eso era todo. Y fue culpa mía.

No me había dado cuenta de todo esto hasta la noche en que me pidió firmar. Le rogué, le supliqué otra oportunidad, pero él estaba exhausto de mis estupideces. Estaba cansado de mí. Me dio un poco de tiempo, y entonces, comprendí que no podía obligarlo a quedarse atado para la eternidad si no lo quería así. Sin embargo no estaba listo para dejarlo ir.

Aún recuerdo la primera vez que lo vi, el primer abrazo, la primera confesión, el primer beso. Estábamos en la excursión de fin de año de colegiatura; las palmeras se reflejaban en sus ojos, mientras se declaraba frente a toda la clase, sin vergüenza ni temor de sus sentimientos.

Poco a poco, con cada palabra me enamoraba más y más. Fue un amor, de esos que no se encuentran con facilidad. Fui el chico más afortunado y feliz. Y lo mande todo al caño sin siquiera darme cuenta.

La puerta se abre y no estoy preparado para lo que viene. Me mira con la frialdad al entrar. Me levanto del sofá de nuestra sala con las manos temblando y la sangre helada.

−Hola, aquí están los papeles del divorcio. Ya los firmé.

Extiendo los papeles procurando no rozar su piel.

−Gracias, iré por las maletas.

Espinas comenzaron a clavarse en mi pecho al recordar que anoche había terminado de empacar sus cosas para largarse de nuestro departamento... mi departamento.

Una vez estaba por salir con todo guardado en su coche, se detuvo en la puerta. Quedó pasmado por unos segundos y una chispa de esperanza comenzó a revolotear en mi interior. La cual se exterminó al instante.

−Supongo que es el adiós−habló, dándose la vuelta con un ápice de tristeza en su rostro.

−Sí...−susurré acercándome.

Me extendió la mano como si fuéramos desconocidos; acto que yo no soporte. Me abalancé a sus hombros como lo hacía cuando éramos jóvenes. Lo abracé con mis sentimientos en la piel, lo cual lo tomó de sorpresa, dejándolo petrificado.

Trataba con todas mis fuerzas de disfrazar mis sollozos con una sonrisa, pero el dolor rebasó el orgullo por mucho cuando sus brazos se envolvieron en mi cintura. Escondí mi cara en su cuello soltando lágrimas cargadas de arrepentimiento, tristeza, dolor.

−Al final siempre tuviste razón− solté una risa rasgada de pesar−. No existen los cuentos de hadas. No hay castillos que no terminen en ruinas; príncipes que no terminen perdidos por algo que jamás encontrarán; amores que terminen en un felices por siempre.

−Hey− se separó unos centímetros−, no pienses en eso. Seguro encuentras a alguien que te entienda y ame.

−Yo... creí que ya lo había encontrado.

Reprimo el llanto en el nudo de mi garganta. No dice nada. Absolutamente nada. Se limita a separarse y tocarme la mejilla con las cejas fruncidas.

−Lo siento−susurra.

Freak© #PBB3Where stories live. Discover now