El Vuelo

33 3 1
                                    

Era temprano. 5 minutos valían la pena. Mi madre, Mónica, me había despertado por tercera vez, fue al instante que pensé que ya no habría cuarta y que tendría que despegar mi nuca de esa majestuosa almohada.
-Chiara -me dijo mi madre mientras yo buscaba mi blusa color verde-, no es necesario que vayas.
Mi madre Mónica, es dueña de una pastelería en Argentina, por lo que todos los fines de semana me veía obligada a quedarme sola en casa, ya que ella todos los Jueves, tenía que hacer un viaje desde el Sur de Chile hasta la confitería "Coffee with Milk" ubicada en aquel país, Argentina.
-Es que quiero ir -dije con fatiga. Sabía que estaba haciendo lo correcto, unos años en Madrid, no era malo, al contrario, mi padre deseaba mucho verme. Habían pasado ya 4 años que no venía, apenas era una niña de 13 años.
Dejarlo todo, no era fácil, por lo que acostumbraría a hacer nuevos compañeros en el instituto, obviamente mi padre ya me habría matriculado en el colegio de Madrid.
Estaba exhausta, se me cerraban los ojos del sueño, probablemente la luz de la pantalla del móvil habría dañado mis ojos. Es que era imposible no dialogar con alguien que tiene tanto en común conmigo. BoyFish, es el nickname de un chico que se esconde detrás de la pantalla, es tímido, no es muy sociable, al igual que yo, y su sueño es poder romper esa capa de timidéz que lo antormenta día a día. Nunca nos vimos los rostros, ni por webcam, que podríamos conocernos un poco más y...
-Chiara -me dijo mi madre por enésima vez antes de tomar un sorbo de té.
-¿Qué ocurre? -le pregunté quemándome el labio con el desgraciado vapor de la taza.
-No tienes por que hacerlo.
-Es que quiero ir -el principal motivo por el qué quería ir, era porque BoyFish es de España y tenía la esperanza de que lo podría encontar. - ¡Es la segunda vez que te repito lo mismo mamá!, no tienes por qué preocuparte, todo irá bien, tranquila.
-Es que hija...tengo mucho miedo que te suceda algo por el camino y no pueda hacer nada, ten compasión mi vida -observé como sus ojos verdes se cristalizaban al decir cada palabra.
-Mira, Yo solo quiero que seas feliz.
-Pues, ¿No soy feliz a tu lado hija?
-Lo se...es... es que no del todo.
-¿A qué te refieres con eso?
-¡Mira mamá la hora! -mirando el reloj, tratando de que mi expresión sonara convincente.
-Ay hija, apenas son las 6:00 de la mañana, tu vuelo sale 7:30.
-Lo se, es que...
-¿Listas? -dijo Gregorio -Gregorio es la pareja de mamá.
-¡Listas! -dije muy decidida.
-Hija, te quiero mucho.
-Yo más mamá, no te preocupes.
-bueno, ¡vamos! 
Mi madre me llevó al aeropuerto con las ventanillas del coche bajadas. Sentía como la brisa del mar acariciaba mis mejillas, con esa aroma a sales mediterráneas.
Llegamos al aeropuerto mucho más antes de lo previsto, 40 minutos de sobra me vendrían bien para comprar algunos dulces para no descomponerme en el camino.
-Chiara, ¿Dónde vas? -dijo mamá achinando los ojos por el intenso sol.
-A comprar, ya vuelvo.
-Ok, te espero.
Corrí hacia adentro y compré en la tienda más cerca posible. De repente escuché la voz de una mujer a través del parlante que decía:

"Estimados pasajeros, le informamos que el vuelo 53 destino a Madrid con horario de 7:00, se ha adelantado, por favor, vayan haciendo la fila para colacar las maletas dentro del avión, desde ya muchas gracias"

Traté de decifrar cada palabra, pero cuando llegué al final de la oración, me sobresalté. Tomé los caramelos que tenía la vendedora en la mano y le dije que se quedara con el vuelto. Corrí como nunca antes en mi vida había corrido, levantándome a cada tanto los jeans azules que llevaba puestos, cuando siento mis rodillas frías y doloridas; claro, me había caído de jeta al suelo, debido a mis agujetas desatadas. Por suerte, solo una anciana muy maquillada que andaba revoloteando, me vio.
Me levanté a trompicones y seguí el camino.
-¡Chiara! -mi madre a los gritos llamándome como loca.
Llegué al maletero y con la ayuda de Grego, pusimos mis maletas para que sean registradas.
Mi madre ya con los ojos humedecidos, me abrazó fuertemente por un minuto.
-Te amo mucho mamá -le dije susurrándole en el oído.
-Yo igual mi niña, mucho.
Ya estaba lista para entrar a ese pasillo blanco directo a al avión.
-Adiós hija, cuídate mucho.
-Tu también mami...adiós.
Me puse a pensar en ese "adiós", que sonó como si fuera para siempre.
Agarrando mi bolso, saludé a Gregorio y me metí adentro.
El pasillo era largo, unos cuatro metros que doblaba hacia la izquierda. Una vez adentro del avión, ojee por quinta vez mi boleto, afortunadamente me tocaba el asiento 73, ni muy atrás, ni muy adelante. Llegué y justo estaba del lado de la ventanilla.
Me senté y miré para afuera y ví como mi madre y Gregorio miraban y buscaban mi rostro por cada ventanilla. Al darme cuenta, agaché la cabeza, no quería que mi madre me viera y se angustiara. Finalmente, se apagaron las luces y mi vuelo partió a su destino. 

Eclipse Total Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora