Grasa

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Esa grasa, esa que te mancha las manos, que te cambia la textura de tus mismas manos antes tuyas y ahora extrañas, grasosas, que sienten distinto, que hablan distinto, que sueltan distinto. Esa grasa inevitable, que viene en paquete sellado junto con la experiencia, que no podes evitarla salvo que andemos con la vida precavidos de esquivar cualquier sensación exterior escudados tras unos sendos pares de guantes.

Esos guantes, que además de protegernos nos privan de mucho más cosas de las que nos defienden (salvo que vayas a soldar o arrancar cardos). Esos guantes que te cambian la textura de las cosas, que tras la barrera de plástico sienten distinto, hablan distinto, sueltan distinto. Nuestras manos encarceladas, poco pueden hablar de la experiencia del calor del agua cuando la canilla apunta al círculo rojo. Al menos, la misión está cumplida, la grasa no la tocan.

Esa grasa que te tiñe, que ennegrece a la noche. Esas manos no son mis manos, nunca serán mis manos. El mundo en un resbalón, ese es el sueño oculto de la grasa. Monotemáticos y controlados en el sentir, toda textura aceitosa, resbalosa. Da lo mismo una lima, una llave y un bastón. Da lo mismo la lana, el lino o la piel. Bajo las cuerdas de la grasa, un sentir es todo el sentir.

Inevitable grasa, a donde escapar de ella si hasta crece en nuestros cuerpos. Somos la grasa en cierto punto, por eso duele en lo profundo renegar de la bestia que amansa al mundo del tacto. Somos grasa y nos domina. Aunque también somos producto de limpieza, maquillaje vital para que la lima sea lima y el lino sea lino.

Podría ser esto una metáfora de la realidad, pero la realidad, me sincero, es que no me gusta ni un poquito tocar grasa.


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⏰ Última actualización: Jan 18, 2017 ⏰

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