Diario de un Maltrato.

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No podía contra él, era más fuerte que yo. Me intimidaba. Su gran tamaño me dominaba, no hacía más que lastimarme. Me rompía en mil pedazos cuando me miraba con ojos dulces y ternura, destruía todo lo malo que me hacía. Lo amaba locamente y sin reservas.

-¡Melissa! –escuche mi nombre desde abajo-

-¡Ya bajo! –contesté-

Me levanté rápidamente del suelo, fui corriendo al baño para lavarme la cara con el maquillaje corrido. Tratando de hacer un esfuerzo por aparentar estar bien. Baje y ahí estaba él, tan guapo como siempre, con su traje sastre gris y maletín marrón. Levantó la mirada, se me acerco entre zancadas. Estaba furioso.

-¡Me salgo de la ducha y cuando bajo, la comida no esta lista! –Estaba parado delante de mí, tenía temor de mirarlo a los ojos, esa mirada llena de odio- ¡Tres años de casados y aun no puedes saber cómo hacer a tu esposo feliz!

Si, llevaba tres años viviendo con el mismísimo diablo, “Felizmente casada”.

-Lo siento amor, yo… -no me permitió terminar, cuando sentí su caliente mano en mi mejilla-

-No, no lo sientes, pero ahora si vas a sentir algo –y estampó de nuevo su mano contra mi enrojecida mejilla-

Había caído y yacía sentada en los escalones, entre sollozos desgarradores incluso para mí. Mire su cara, sus rasgos estaban tensos y duros, dio media vuelta y salió. Escuche el motor del BMW que salió derrapando.

Así eran mis días “normales” desde hace 6 meses, no sé qué sucedió con nosotros, conmigo. Mario cambió de una semana a otra, no creo que sea por la edad, él tiene 34 y yo 23 creó que somos lo suficientemente mayores para saber lo que hacemos. Estos últimos días he comenzado a alejarme de Mario, ya no quiero seguir así, no es sano. Sentí mi teléfono vibrar en mis pantalones entallados.

-Melissa –contesté sin mirar quien llamaba-

-Hey, que sucede linda, te escuchas apagada –era Luisa, mi mejor amiga y la única que sabía lo que pasaba-

-Sucedió otra vez –comenté con un susurro entrecortado y un nudo en la garganta-

-Oh cariño, nos vemos en 20 minutos en Starbucks.

Corto, impidiéndome rechazarlo, pesadamente me puse un vestido de seda morada, zapatillas negras y un motón de maquillaje para ocultar mi magullada cara. Suspiré frente al espejo, mi rizado cabello pelirrojo, era otra cosa por lo que luchaba día con día. Que me estaba sucediendo…

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