Capítulo 2 - Un minuto

1.4K 208 52
                                    


2

Un minuto

La grieta que se abría sobre nosotros incrementaba de tamaño rápidamente, escombros caían al suelo creando una sinfonía bélica que lograba alterar hasta a los mismos dragones.

— ¡Tienes que levantarte! — Gritaba Ireth a la vez que jalaba mi brazo, pero era evidente que ella carecía de la fuerza necesaria. Intentó detener a algunas personas que pasaron corriendo fuera del cuarto de entrenamiento, pero fue inútil, nadie ofreció su ayuda. — Perdóname por lo que estoy por hacer. — Dijo Ireth mientras dejaba al descubierto el interior de su brazo izquierdo.

Múltiples cicatrices y marcas circulares se hicieron presentes sobre el brazo de la doctora, sin perder más tiempo ella tomó lo que parecía ser un bisturí y realizó un corte lo suficientemente profundo para dejar caer una cantidad considerable de sangre sobre mi rostro. La sensación fue desagradable y más aún cuando una pequeña gota entró en mi boca.

— Traga lo más que puedas Galdor. — Ireth intentaba abrir mi boca a la fuerza.

Luché por mero instinto, pero estoy seguro que cualquiera hubiera hecho lo mismo sin tener una explicación al respecto. Traté de quitar el brazo sangriento de la doctora pero no era capaz ni de mover un solo dedo, me empezaba a desmayar, todo se volvía negro.

— De verdad que lo lamento Galdor. — Dijo Ireth en tono serio.

No sentí nada más en ese momento hasta que segundos después me sentí totalmente revitalizado, despierto, consiente y con energía de sobra. Estiré mi brazo para tomar el arma del suelo, me puse en pie y apunté a lo que fuera que entrara por el techo. De reojo miré a la doctora y le pregunté si se encontraba bien.

— Tú no te preocupes por mí, tenemos que buscar la forma de llevarte a un lugar seguro ahora. — Respondió Ireth un poco lento y con la mirada perdida.

— Me parece que en este momento no existe tal cosa como un lugar seguro.

La tierra se agitó bruscamente, los pequeños escombros que caían se volvían bloques que podrían aplastar a un hombre sin problema. El rayo de luz que entró fue acompañado de chillidos bestiales, un barullo de gruñidos y alaridos combinados de una formar caótica. De alguna forma unos cuantos ruidos me eran familiares, parecían ser... aleteos y... ¿perros?

Las armas de fuego no tardaron en disparar a la apertura con la intención de detener a cualquier intruso, algunos dragones alzaron vuelo para entregar llamaradas mientras que diversos hechizos volaban de distintas direcciones, todo ese poder concentrado en ese pequeño orificio, absolutamente nada podría sobrevivir a eso.

Tras unos enérgicos segundos de refriega se dio la orden de alto al fuego que fue pasando de voz en voz hasta que una inquietante calma apareció. Una mano sobre mi hombro me hizo pensar que se trataba de Ireth, pero al darme vuelta se encontraba Lúthien y Huor, por un instante me sentí feliz al verlos, pero por otro lado me quedé consternado al no sentir su presencia o tan siquiera escuchar sus pisadas... al igual que con Ireth.

— ¿Estás bien Galdor? — Preguntó Lúthien.

— ¿Por qué tienes tus ojos activados? — Interrumpió Huor.

— Fue gracias a la sangre de Ireth. — Contesté sin pensarlo mucho. — Cuando me sacaron de la cámara de éxtasis me encontraba muy debilitado por la extracción de los sellos del cordero y la serpiente. Así que ella me entregó un poco de su sangre, gracias a la alta cantidad de hematíes y a la energía dentro de ellos fui capaz de reestablecerme, pero solo durará unos minutos, una hora si tenemos suerte.

El Credo - Iniciación IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora