III

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Draco abrió los ojos lentamente. La luz de sol entraba por la única ventana del pequeño departamento. Era igual al suyo, pero olía a vainilla... si olía a vainilla, se dijo, estaba en el de Hermione.

Cerró los ojos y respiró hondo. Estaba apoyado en una almohada muy blanda. A Hermione siempre la habían gustado las almohadas blandas y Draco adquirió ese gusto. Movió su cabeza y se quedó entre dos almohadas igual de cómodas, respirando profundamente.

― Estás cómodo, parece― dijo una voz retumbante bajo sus oídos.

Draco miró sus almohadas. Los pechos de Hermione estaban frente a él y la cara de su amiga lo miraba divertida. Draco se separó de inmediato y se dio cuenta de cómo estaban dormidos. Había estado encima de la muchacha toda la noche mientras esta acariciaba su cabello. Draco sonrió con culpa.

― Lo siento― dijo riendo― ¿te duele la cabeza?― preguntó.

― No... pero sí mi ojo― dijo frotándose el ojo derecho.

― No te frotes― dijo quitándole la mano izquierda del ojo. En aquella mano vio el reloj de Hermione, el cual jamás de los jamases se quitaba pues era un regalo de su madre antes de morir― Herms... ¿a qué hora es el examen?

― A las once... ¿por qué?― preguntó soñolienta.

― ¡Son las 10!

― ¡Demonios!

Ambos saltaron de la cama. Hermione se metió al baño y Draco se colocó su ropa

― ¡Iré a cambiarme! ¡Haz algo de desayunar!

¡­Está bien!― gritó desde el baño.

En un tiempo record de 20 minutos, ambos estaban listos en el departamento de Hermione. Draco había llegado con su mochila y Hermione, de espaldas a él, ordenaba la suya.

― Tu desayuno está en la barra de la cocina― dijo Hermione dándose vuelta

Oh por la mierda, ¿qué le paso?― preguntó escandalizado su voz interna.

― Hermione... ¿te has visto al espejo?... si no es así, ve a hacerlo.

Hermione frunció el ceño. Caminó hacia el baño y Draco simplemente tapó sus oídos.

El grito de la muchacha se escuchó por todo el edificio. Hermione salió con su ojo derecho hecho nada. Estaba casi completamente cerrado y rojo.

― ¡Qué demonios le hiciste a mi ojos, maldito bastardo!― gritó Hermione golpeando su pecho.

― ¿Y por qué yo? ¡¿Qué hice?!

― ¡¿Qué maldita pastilla me diste?!

― ¡La que sirve para que no te doliera la cabeza hoy! ¡La que siempre te doy!

― ¡¿Y por qué me salió este orzuelo?!

― ¡Eres médico, deberías saberlo!

Hermione respiró hondo y exhaló exasperada. Lo más probable era que se había agarrado una bacteria, y con lo mal que se había estado alimentando, no era difícil deducir que estaba con las defensas bajas.

― Iré a ver a Blaise hoy... él debe saber qué hacer.

― Comer bien. Eso tienes que hacer. Ya. Me como este pan y nos vamos― dijo mientras tomaba un sorbo de café y masticaba una hogaza de pan con jamón y queso derretido.

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