III... Carta suicida

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Con voluntad abandonaron el departamento para dirigirse a la empresa en busca del mánager, y por supuesto, de Hyuk.

Ellos cargaban con muchas cosas el día de hoy; por un lado estaba la aflicción, el desconcierto y la incertidumbre; por otro, tenían la esperanza de que todo fuera una fantasía, algo irreal, una broma demasiado pesada.

Todas las personas que transitaba por el lugar se veían demasiado comunes, nada les afectaba, al menos nada tan grave como a ellos. Se podía apreciar un lugar lleno de gente tediosa y entre esta, un grupo de cinco chicos más desgastado que un anciano herrero. Tenían los ojos hinchados por las lágrimas que desconsoladamente soltaron; sus ropas estaban desacomodadas, no se percataban de que tenían el suéter colgando hasta sus codos, las agujetas desatadas o que tenían el hombro descubierto, sus mentes estaban perdidas en otros asuntos y el verse desaliñados no entraba en sus preocupaciones.

Arrastrando sus pies temblorosos llegaron hasta la oficina del CEO. A varios metros de la puerta reluciente de vidrio, ellos escucharon la voz frustrada del presidente; su persona, detrás de las paredes de vidrio, daba a entender que estaba molesto, también desesperado, e incluso, consternado. Luego de arrojar un paquete de papeles al suelo, que inmediatamente se esparcieron por el lugar, el CEO se encodó sobre su escritorio y ocultó el rostro entre sus manos, para así maldecir y lamentarse entre dientes.

Ken abrió la puerta con cierto miedo causado por el estado emocional del presidente. Todos entraron con precaución, observando las hojas regadas en el suelo. El presidente se deshizo de su postura, los miró con recelo y vociferó:

—¡¿Cómo se atreven a venir?!, ¡¡Deberían de estar arrepentidos!!, ¡¿Que a caso no se sienten culpables?!.

Desconcertados por las inesperadas palabras del CEO, no hicieron más que poner la cara de confundidos que su tristeza les dejaba hacer. No tenían idea de la razón por la cual les decían eso; el día de ayer habían visto al presidente muy feliz, e incluso se quedaron hablando por varias horas luego de que sus actividades terminaran.

—¿Por qué nos dice eso?— cuestionó Hongbin con la voz quebrada; no por lo que había gritado el presidente, sino que el nudo que sentía en la garganta, debido a la imagen de Hyuk aún presente en su memoria, no le dejaba articular correctamente las palabras.

—Él era un agradable sujeto,muy trabajador, responsable, ¡Y ustedes lo atormentaron! — continuó sin dar explicaciones precisas.

El presidente azotó las palmas de sus manos contra el metálico escritorio y su cara se fue tornando más triste. Ellos, afligidos por lo que les había ocurrido, sólo podían mostrar una cara de confusión en lugar de una sorpresiva.

—¿De qué está hablando? — pronunció Ravi desesperado.

Él sentía que algo estaba mal, obviamente no era normal que el CEO se portara de esta manera tan ambigua, y la tristeza que reflejaba con sus gestos y acciones, no era algo común. Presentía que algo había ocurrido.

—¡De su mánager! — les respondió agresivamente — él murió hoy en la mañana, se suicidó, ¡Escribió una carta diciendo que era por su culpa!, ¡¿Qué le hicieron para que el decidiera cometer tal acto?!, ¡Diganme! — exigió con la mezcla de furia y tristeza esculpida en el rostro.

Ellos quedaron impactados tras oír la noticia. Rápidamente recordaron la cabeza que adornaba el centro de la sala, la repentina llamada del mánager horas atrás; los horarios no encajaban. Si el mánager se suicidó por la mañana debió de haberlo hecho en cuanto terminó la llamada con Hyuk, claro, suponiendo que él había llamado.

Sin darles tiempo de reaccionar de la forma adecuada, el presidente gritó:

—¡Fuera de aquí! ¡Largo!, desde hoy VIXX suspende sus actividades.

—Pero señor — Ravi, quien era el de mayor control, objetó inmediatamente.

—¡Vallanse ahora mismo, o disolveré el grupo!.

La amenaza, los gritos y los objetos que eran lanzados hacia ellos los obligó a salir de la oficina, con un sentimiento que no podían describir. Era terror, era miedo, tal vez consternación, y también ira; sentían la impotencia de no poder hacer nada, no podían regresar el tiempo, tampoco podían entender lo que pasaba; habían muchas preguntas, pero ninguna respuesta.

Hakyeon se sintió ansioso, un poco intimidado y muy asustado. Soltó un grito de frustración, tiró de su cabello y salió corriendo, pensando que así huiría del terrible presente. Los demás siguieron a su líder intentando alcanzarle. N llegó hasta la camioneta, abrió la puerta corrediza y se lanzó dentro de ésta. Recogió sus piernas, las abrazó con fuerza, y estando en esa posición lloró esperando que todo sea un sueño; nunca en su vida había deseado que algo fuera irreal... nunca.

Varias imágenes y vivencias con el maknae, se presentaron entre la oscuridad que formó sus párpados cerrados. Cuando lo conoció, el debut, su primer vídeo, su contagiosa sonrisa, la forma en que bailaba, sus berrinches, la manera en que fugazmente creció. Él aún lo consideraba un niño pequeño, así que se sentía culpable, igual que un padre al enterarse que su hijo fue atropellado después de que él le dio el permiso para ir al parque de enfrente.

Creía que todo era su culpa, empezando por el hecho de que él había planeado la fiesta sorpresa.

Con los ojos cerrados y el corazón destrozado, ignoró los sonidos exteriores, las voces y el abrazo que alguien le daba. Ignoró su hombro mojado, el agarre de su playera y el peso de varias personas encima. Lo ignoró todo convenciéndose de que despertaría en su cama, con el corazón latiendo a altas velocidades, la respiración entrecortada y el sudor empapándole el cuerpo. Aunque lo único que realmente está consiguiendo, es quedar dormido, para después despertar en la pesadilla que se creyó un sueño.

La Lista De La MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora