3. No todo puede ser tan malo... ¿O si?

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Las piernas le temblaban a cada paso que daba y su brazo escocía, sentía aún el violento vaivén de las olas arrastrándola aunque en ese momento estuviese en tierra. Revivía en su mente el momento en que había abierto los ojos: se encontraba cubierta de arena tendida en el suelo, la herida dolía en exceso por las sales del mar y el cuerpo lo tenía agarrotado lleno de cortes causados por piedras y basura.

Tambaleante fue a buscar un lugar de sombra en la calurosa playa donde había terminado estancada. 

Debería vendarme esto》 pensó buscando a su alrededor algo que le sirviera pero todo por donde llegaba su vista era arena, rocas y mar. La escasa vegetación que había en el islote eran unos pares de palmas esparcidas al rededor. 

Improvisó una venda con hojas de palma entre gritos agónicos, dolía horrible y el hacer presión ahí solo empeoraba. Con ojos entrecerrados por el sol y sudando empezó a andar sin rumbo específico. Sabía que debería estar buscando refugio, comida o agua como en esos programas que sacaba al aire la compañía para la que trabajaba aunque el miedo a la soledad y lo desconocido le impedía recordar como hacerlo.

— ¡Aaaaaaaaaaaaaaaagh! —escuchó un grito.

— ¿Nathan?—preguntó en voz alta y su voz sonaba extraña, carrasposa y grave. Otro alarido le confirmó que era su amigo— ¡Nathan!

No corrió porque apenas y le quedaban energías para moverse a un paso decente. Encontró al negro tendido en el suelo, gemía de dolor negando con la cabeza y maldiciendo, estaba cubierto de sudor, arena y sangre. Sus piernas eran lo que más sangraba y se encontraban en una extraña posición.

  — ¿Nate? —Adeline se arrodilló junto a él, observando atenta para encontrar una forma de ayudarle.

Cuando colocó la mano en el pecho del afroamericano para sentir sus latidos él abrió mucho los ojos.

— No... Nooo... Siento ¡NO! 

 —Shhh tranquilo —acarició su mejilla. Tenía la piel hirviendo, quizá por efecto del sol o bien porque tenía fiebre—. Iré a buscarte algo de agua... 

El agua del mar estaba caliente y lo seguiría mientras estuviera expuesta así que arrastró varias hojas de palma y enterrándolas en la arena cubrió la cabeza de su compañero, luego ahuecando las palmas trajo algo de agua que echó en su frente, sabía que debía mojar un trapo o algo así pero no quería desprenderse de su ropa por un ridículo pudor, inútil en esa situación. Terminó con una piedra afilada convirtiendo en jirones la bata de Nathan.

  — Van a venir por nosotros, Nate... Ya verás. El barco debía estar llegando hoy a puerto... Se darán cuenta que no llegó y mandarán a buscarlo —le hablaba mientras le colocaba los paños mojados en la frente— ¿Te das cuenta de que acabamos de sobrevivir a un ataque de piratas? Algo digno de contar a nuestros nietos.

Nathan respondió con un quejido. Adeline no estaba segura si su amigo estaba comenzando a perder la consciencia o a morirse. Ambos estaban débiles pero ella no quería apartarse de él para ir a buscar comida, podía necesitarla mientras no estaba.

 Aunque ella no se hubiera dado cuenta Nathan llevaba bastante rato sin escuchar las historias que le contaba, el dolor había podido con él y había fallecido. 

*****

La noche cayó sobre el islote trayendo consigo las estrellas y un suave oleaje, se sentía todo en calma y, a pesar de la situación: el estado deplorable en el que se encontraban y sus pocas posibilidades de sobrevivir ella se sentía feliz por la belleza del momento. Le hubiese encantado retratar en una fotografía todos los sentimientos que provocaba el momento, quería que todos sintieran algo así y a la vez no quería decirselo a nadie por temor a que desapareciera.

Si podían haber cosas así no todo podía ser tan malo ¿O si?

NaufragioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora