Todavía faltaban unas tres semanas para que llegase el verano, pero los días se presentaban cada vez más calurosos y las noches cada vez menos apaciguadoras.
Víctor llevaba unos días en los que se encontraba raro. Y ésa era la palabra exacta: raro. No podía existir otra forma de definirlo. Él, que en esos calurosos días seguramente hubiera sudado como si estuviera metido en una sauna, se encontraba fresco y ligero, y a veces incluso sentía algo de frío. Tal vez estuviese enfermo, pero tampoco encontraba ningún síntoma que pudiese relacionarse con alguna enfermedad.
Esa mañana volvía a hacer calor. Se había levantado temprano, como casi siempre últimamente, ya que le costaba conciliar el sueño desde hacía unas semanas. Estaba sentado en el comedor, frente al televisor, esperando ver las primeras noticias de la mañana. No habían vuelto a hablar sobre el virus A —también llamado gripe A, aunque no entendía muy bien por qué ponían nombres tan estúpidos empleando letras del abecedario—, y su inquietud había desaparecido. De todos modos, no había estado en Inglaterra, y no conocía a nadie cercano que hubiese ido, así que podía estar más tranquilo que muchas otras personas. Como vio que en las noticias no decían nada nuevo sobre el virus, es más, ni siquiera lo nombraban como había supuesto, se dirigió a la cocina a prepararse el desayuno. Seguramente volvería a aburrirse esa mañana, pues su amiga Helena no llegaba de la universidad hasta por la tarde. Aún faltaban unas siete horas para que pudiesen quedar. Estaba preparándose un vaso de leche y una tostada cuando le sonó el móvil. Era Helena. Le pareció raro porque no acostumbraba a llamarle y normalmente no tenía saldo.
—Vaya, estaba pensando ahora en ti. ¿Qué quieres? —la saludó nada más apretar la tecla “OK”.
—Víctor… han cerrado la universidad —le informó la chica al otro lado de la línea telefónica.
—Joder, qué bien, ¿no? Así podremos quedar antes, que yo estoy aburrido…
—¿No lo entiendes? Han cerrado por lo del virus A.
—¿Por lo del virus A? ¿Y eso por qué? —preguntó Vidal, bebiendo un poco de su leche, deliciosamente fresca y dulce.
—¿Por qué va a ser? Hay que explicártelo todo… —la chica empezaba a impacientarse—. Hay nuevos casos de gripe A, tú no lo sabes porque no estás en contacto con gente que haya estado en Inglaterra, pero…
La comunicación quedó en silencio durante unos segundos y Víctor creyó que tal vez se había cortado. Miró si se le había acabado la batería pero estaba casi completa.
—¿Estás ahí, Helena?
—Sí, sí… —la voz de la chica tembló un poco y de repente la bajó casi a un susurro—. Es que estoy en los baños de la estación y no quiero que me escuche nadie, no quiero alarmar… Mira, ya sabes lo que sucede en mi universidad. Hay muchos extranjeros, mucha gente de Erasmus. Parece ser que un grupo de estudiantes fue a Inglaterra hace unos meses y han vuelto hace poco. Pero no sólo de Inglaterra han llegado infectados, también de otros países…
—Pero las noticias no han dicho nada. Ni por la tele, ni en el periódico ni nada…
—Claro que no, ya sabes cómo es la sociedad, se oculta todo para no provocar alarmas. En la universidad ni siquiera se habría dicho abiertamente por qué se cerraba si no hubiera sido por un grupo de alumnos que hemos visto a una chica que… —Helena dejó de hablar de nuevo, parecía asustada por el ligero temblor de voz, pero Víctor en ese momento no la instó a continuar, dejó que ella se calmase y al final retomó el hilo—. Estábamos una amiga y yo en el pasillo, sabes que tengo muchas horas sueltas por mi maldito horario. Bien, pues estábamos tan tranquilas cuando hemos visto a una chica que corría hacia el baño. Mi amiga y yo hemos pensado que no se encontraba bien, sobre todo cuando hemos escuchado las arcadas. Pasados cinco minutos la chica no había salido todavía del baño, así que decidimos entrar a ver si le había ocurrido algo malo. Al entrar todo estaba en silencio, tan sólo se escuchaba la respiración agitada de la chica enferma. Olía muy raro, muy mal… Hemos ido revisando los baños uno a uno hasta que en el últimos hemos encontrado a la chica. El espectáculo ha sido horrible. Toda la taza estaba manchada de sangre, y el suelo también. Tenía la boca y la barbilla también manchadas de sangre. He sentido arcadas y me he asustado muchísimo, odio los vómitos y la sangre, así que imagina conjuntamente…
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El Hambre. Crónicas de los Muertos
Kinh dịUn extraño virus que afecta gravemente a las personas se empieza a propagar por la ciudad de Valencia y alrededores. Al poco, el pánico cunde debido a los infectados que reviven y la gente intenta sobrevivir y buscar la que dicen que es la única sol...