Confesión.

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Su lengua entró en mi boca y sus manos tomaron mis muslos.

Me agarré de su cuello, no quería desaprovechar la oportunidad. Acaricié su cabello y su entre pierna, haciendo que soltara gemidos. De pronto se separó de mi y su mirada reflejaba pánico.

—¡Despierta, despierta! — me gritó.

Abrí los ojos de golpe, estaba acostada en la cama, con Mike sujetando mis hombros y mirándome preocupado. Todo estaba oscuro. Mire hacía la ventana, no se veía la luz del día.

—¿Que...pasó? — pregunté tallandome los ojos.

—Estabas teniendo una pesadilla, intenté despertarte pero hasta dormida eres imposible. — sonrió ante tal comentario.

Una pesadilla, ¿eh? Es cierto, me había quedado dormida después de los almohadazos. Espero no haberme puesto roja, ya no volveré a ver a mi hermano como tal. Pero.... Joder, que sueño tan más hermoso.

—¿Que horas son? — volví a preguntar estirándome en la cama.

—Las 3 de la mañana. —

—Gracias. — dije parándome de la cama. Evité mirarle.

—A ¿donde vas? — se volvió a recostar en la cama.

—Al baño. Creo que mi periodo ha llegado. — contesté sin preocuparme de la información tan íntima que le había dado.

—Ponte tus "pañales" entonces. — se burló.

—Ja, ja. — reí sarcásticamente. Cerré la puerta del baño. Tomé una toalla sanitaria de mi pequeña mochila. Estaba cerrada, al parecer Mike no estuvo de metiche como siempre.

—Mmm, que raro.— me dije. No era mi periodo, pero era... Como algo transparente.

—Meh... — susurré sin darle mucha importancia. —¡Michael! — grité fingiendo miedo.

En menos de un segundo, escuché los rápidos pasos de Michael hasta el baño.

—¡¿Que pasa, Penny?! — gritó muy preocupado golpeando la puerta.

—¿Me darías otras bragas de mi maleta, porfavor? — terminé de decir despreocupada.

Escuché su berrinche desde el otro lado.

—No me asustes así, niña. —

—Lo siento, es que si te hablo normal, te tardas años en venir. —

Volvió con mis bragas y me las dió. Después de cambiarme, salí del baño, estaba recargado en la pared comiendo chocolate.

—¿Te toca ponerte el pañal? — bromeó.

—Para mi suerte, no. — respondí aliviada.

—Que mal, yo que te iba a consentir con chocolate y helado. — dijo sonriendo y moviendo su dulce en mi cara.

Intenté tomarlo pero no lo logré.

—No estás con ese problemita, no hay chocolate.—

—A veces te odio. Ya vámos a dormir, aún es madrugada y hace mucho calor. —

—Bien. — caminó hacia el cuarto y entre abrió una ventana.

Me acosté en la cama y le dí la espalda. Sentí su peso y el movimiento de las sábanas.

—Penny... —

—¿Mmmh? —

—¿Recuerdas cuando estabas en el orfanato? — preguntó, estaba acariciando mi cabello.

—Jaja, Mike, era una bebé. No me acuerdo de nada. — me volteé, mirándolo.

Se quedó unos segundos viéndome. Bajé mi mirada fijándome en su torso desnudo. Luego en su cuello.

—¿Michael? — mi voz se oía entre cortada.

—¿Si? —

—Como odio los rumores. — pasé mis dedos por esa zona, donde había manchas más claras que su piel.

—Ya somos dos. — respondió sonriendo.

—Maldita enfermedad. — dije en voz baja.

—Es hereditaria, no es algo que yo haya deseado. — me respondió algo triste.

—Espero que no avanze mucho. No es algo de lo que sorprenda, miles de personas en el mundo la tienen. Espero no se haga un escándalo. —

—Lamentablemente así es el mundo de la fama, Penny. —

Tiene razón. Inventan miles de cosas con tal de tener dinero, pero no se puede hacer eso con una enfermedad.

—¿Como lo cubres?—

—Maquillaje. — respondió como si fuera lo más obvio.

Todo quedó en silencio, recordé cuando Michael se fué de la casa. Sin dudas, fue el peor sentimiento que pude haber tenido. Lloraba, dejé de comer y de ir a la escuela. Pero con ayuda de todos logré superarlo.

Lo abracé.

—¿Que pasa? — preguntó por el repentino abrazo.

—No soportaría que te fueras, no otra vez, Michael. — susurré en su oído.

—Penny... —

Involuntariamente, mi pierna subió a su cadera y lo abracé más fuerte.

Está... pasando como en ese sueño.

Han pasado años desde que me dí cuenta que me gustaba mi propio hermano. Había un miedo de el rechazo pero ahora estoy más segura que nunca de decirle lo que siento.

No me arriesgaré a perderlo.

—Michael... estoy muy confundida. —

—¿Por... qué? — se mordió su labio inferior.

—Porque ya no se si te veo como un hermano. — respondí acercándome a sus labios.

Se quedó en silencio. Seguro me rechazará.

—Penny, siempre te he amado. — acarició mi espalda.

¿¡Que?!

—Yo también, Michael. Te amo, pero no como un hermano. — sentía un nudo en mi garganta.

No quiero que lo confunda con amor entre familia.
Se sentía más calor a pesar de tener la ventana abierta.

—Ya no quiero ser tu hermana... No quiero. — sujeté fuertemente su cuello.

—Yo tampoco, Penny. Ahora estoy más seguro. — dijo firmemente.

Hermano o... algo más. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora