Capítulo 2: Derek Halsey.

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Es viernes por la mañana y me encuentro esperando el transporte en la estación de metro.

Hoy es uno de esos días en que el tren se ha tardado más de lo normal y sorprendentemente —a pesar de mi humor por las mañanas— no me molesta. La mayoría de las veces reaccionaría con enojo al haber estado esperando por tanto tiempo sentada en la banca, ya que al final la única que llegará tarde a clases seré yo y probablemente me gane un perfecto y gigante inasistente tatuado en mi frente. Pero al contrario de otras veces, esta ocasión prefiero recurrir a la calma y en lugar de enojarme sin sentido, he decidido aprovechar el tiempo que me queda para terminar el libro que empecé a leer hace dos días.

Para mi inmensa satisfacción, la pareja que había estado esperando desde el principio de la historia ya está oficialmente junta, e incluso han tenido unos cuantos momentos románticos en los últimos capítulos. Tantos, que estuve a punto de tener un derrame nasal mientras leía. No obstante, como sucede en toda buena historia no todo son risas y colores, y es que, con la mala suerte que tengo... han asesinado a mi personaje favorito en el último capítulo.

Fantástico, ahora pasaré todo el día deprimida y con ganas de morirme.

Suspiro tratando de calmarme y cierro el libro con fuerza. Tengo un nudo en la garganta a causa de los sentimientos encontrados, y mi pecho duele como si estuviera a punto de explotar.

Estúpidos autores crueles, van a acabar con mi salud.

El sonido del metropolitano se hace presente justo en el momento en que mis ojos empiezan a picar y agradezco para mis adentros que al fin lo haya hecho, porque realmente no quería armar una escena de llanto en la zona de espera.

Las puertas del tren se abren y me apresuro a entrar con extrema rapidez antes de que la multitud de gente me arrastre por sí sola. Mis pies tocan el suelo metálico y lo primero que hago es buscar un asiento en el cual sentarme, ya que quiero evitar quedarme parada por el resto del trayecto. Estar de pie en lugar tan lleno de gente en constante movimiento no deja buenas sensaciones, y sí, lo digo por experiencia propia.

Más de una vez he terminado empapada de jugo, aplastada por otros pasajeros y en el peor de los casos, vomitada por un niño.

Y créanme, no es nada bonito.

Luego de recorrer cada rincón de la cabina con mis ojos, al final logro encontrar un asiento libre en la parte de atrás. Avanzo con rapidez a través la fila con la intención de sentarme allí cuanto antes, pero mientras hago mi recorrido no soy consciente de que varias personas ya han tomado asiento, en inclusive algunas obstruyen mi paso. Al final, tras un grave —muy grave— descuido, me termino llevando por delante la pierna de un pasajero.

—¡Oh, Dios! ¡Cuanto lo siento! —me disculpo al instante con el chico al que he tropezado.

Él levanta el rostro para mirarme, y no puedo evitar aturdirme. Tiene ojos verdes, y su cabello es negro. Algunos mechones caen por su frente dándole un aspecto salvaje, pero lo que me inquieta es que parece tranquilo.

Cielos, luce como el protagonista de un libro.

—Descuida —su sonrisa me dice que no está molesto. Él hace una seña que dice «no es nada» y luego me da una mirada tranquilizante.

Quiero derretirme aquí mismo.

— ¿Buscabas donde sentarte?

Asiento con las mejillas encendidas. No estaba en mis planes mantener una conversación pero él parece muy interesado.

Decisiones de una lectora compulsiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora