Capítulo 3: Ojos tristes.

1.4K 126 106
                                    

3

Es un día terrible y tengo muchas razones para estar de luto:

a) Está nublado.

b) Mi cabello es un desastre.

c) Tengo depresión post-libro.

Y con eso me refiero a que han destruido mi shipp favorito.

En este momento me encuentro teniendo una batalla con el secador después de una larga noche de insomnio. He pasado toda la madrugada en este tedioso plan, intentando aplanar la parte trasera de mi pelo con toda clase de métodos posibles, pero por más esfuerzo que he puesto no he obtenido ningún resultado. Al contrario de las chicas que poseen un bello cabello lacio o con rizos (resistente a la humedad y todo), yo pertenezco a ese 20% que posee una extraña mezcla de los dos. Esa que es a prueba de gel e incompatible con el cepillo. O como yo le llamo: cabello divergente.

No hay forma de controlarlo.

Apago el secador y observo el reloj en mi mesa de noche; este marca con números rojos quince minutos para las siete. Emito un bostezo antes de restregarme los ojos con pesadez. No he tenido demasiado tiempo para descansar esta semana. Entre las lecturas nocturnas y los exámenes finales del trimestre mi energía y apariencia han pagado un precio muy alto.

Mi rostro se resume a ojeras pronunciadas, ojos pequeñitos y cara blanquecina.

Felicidades Zoe, eres la chica que todo panda desea.

Me apresuro a terminar de peinarme y después de lograr una apariencia decente procedo a tomar mi mochila junto con mis libros del colegio para bajar a desayunar. En la cocina, el tío Richard, quien ha pasado el fin de semana en casa, me espera junto a mis dos hermanos menores, Aldo y Stela.

Mientras bajo por los escalones logro percibir un peculiar olor a harina y mantequilla que cautiva mis fosas nasales. Estas lo reconocen como panqueques con crema batida, lo que me hace esbozar una sonrisa complacida ante el aroma; junto a un buen jugo de durazno siempre han sido mi comida favorita.

Por lo tanto, señores, parece que hoy no es del todo un mal día.

Tras pisar el último escalón giro hacia la derecha y me dirijo al comedor. Al entrar lo primero que diviso es a mis hermanos ya sentados alrededor de la mesa. 

—Buenos días a todos —le doy un mordisco a la manzana y tomo asiento en uno de los banquillos cerca de la encimera.

—Hermana —Stella levanta la mano y con sus dedos forma el signo de amor y paz. Lleva puesto el uniforme de su secundaria y su pelo negro recogido en un moño sencillo.

Aldo de seis años, mantiene la vista en el plato mientras que el tío Richard, quien porta un delantal de chef con orgullo, me ofrece una sonrisa.

Sí, tío. No mamá, no papá. Porque en la vida real, ninguno de estos dos últimos seres te hace desayuno tan... voluntariamente.

—Zoe —dice él, sirviendo dos panqueques en un plato—. Buenos días. 

Le dirijo una mueca divertida y después de unos segundos él me entrega mi almuerzo en una bolsita desechable. Le doy las gracias y con cuidado la introduzco en mi bolso, luego guardo la manzana allí también. Una vez que la comida está salvo, me acomodo en el banco y espero por mi plato de panqueques. 

—¿Caroline? Bajó más temprano y se fue —es la respuesta del tío Richard cuando pregunto por mamá—. Parece que hoy tiene doble turno  —hace una pausa. Se detiene para contemplarme y al reconocer mi expresión extrañada me sonríe—. No te preocupes, me aseguré de que comiera antes de irse.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 06, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Decisiones de una lectora compulsiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora