Capítulo 2

111 7 2
                                        

̶—Sol, tus pacientes te esperan — anunció mi amiga Claudia, del otro lado de la puerta

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

̶—Sol, tus pacientes te esperan — anunció mi amiga Claudia, del otro lado de la puerta.

—Si, ya voy —respondí abriendo la puerta.

—Vaya, alguien amaneció de muy buen humor hoy, ¿Verdad? —preguntó con una sonrisa burlona.

—¿Eh?, ¿Por qué?.

—¿Cómo es posible que aún no los notes? —preguntó apuntando hacia mis raíces.

¿Es enserio?.

Miré hastiada hacia abajo, sorprendiéndome al encontrarme con seis soles grandes y brillantes rodeándome.

—Bueno, éstos nos ayudarán a curar a más plantas —comentó, viéndole el lado positivo a mí sobre producción de soles, haciéndome avergonzar por descontrolarme de esa forma.

Un poco apenada, me disculpé con ella y proseguí con mi rutina ya pactada: visitaba a algunos pacientes que ya estaban listos para regresar a sus labores de pelea, otros que sólo venían a atenderse por heridas menores, y unos pocos que sólo requerían de un chequeo rápido de rutina.

—Listo, ahora a revisar a "ese" paciente —hablé para mí misma, dirigiéndome decidida hasta la habitación dónde reposaba.

Trataba de no hacerme ilusiones por volverlo a ver, pero era más que inútil al ver como mis amigas recogían a mi paso cada Sol que producía.

Vamos, vamos, no puedes mostrarle que aún lo sigues amando como antes, él merece saber que lo pasaste muy mal y que no le va a ser fácil que lo perdones.

Intenté darme ánimos mentalmente, pues aún no me sentía del todo capaz de volverlo a ver. Unos pasos más y estuve frente a la habitación, observé con detenimiento la tela blanca que fungía como puerta, tomando un extremo con mi hoja.

Vamos, sólo es un paciente más.

Di un suspiro y sin más, me adentré en la habitación.

—Buenos días, Soldado, descansó… —mis palabras fueron interrumpidas al ver cómo una Repetidora estaba a su lado, ambos me observaban, pero mi mirada se concentró más en la forma en que sus hojas estaban tomándose—, bien…

—¡Sol, hola! —me saludó alegremente, al parecer no había notado la seriedad que me había embargado de un momento a otro—, quiero presentarte a Rosa, ella es mi mejor amiga —habló sonriente, mientras soltaba la su mano.

—Hola, soy, Rosa, un gusto en conocerla finalmente doctora, Sol —saludó cordialmente, tendiéndome una de sus hojas mientras sonreía.

No pude evitar escanearla con la mirada; aunque me costara admitirlo, no se veía como una mala planta, al contario, algo me decía que su relación con Erick era demasiado positiva.

—El gusto es mío —respondí con una sonrisa, correspondiendo a su saludo y estrechando nuestras hojas.

—Bueno, yo me retiro, que descanses Erick, creo que no te veré en un largo tiempo —comentó sonriente mientras salía de la habitación.

Viejas HeridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora