Separados.

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La policía les pisaba los talones. Aquellos niños acababan de asesinar brutalmente a sus progenitores sin apenas pestañear y disfrutando con cada grito de dolor. Por fin se había acabado aquella tortura.

Corrieron todo lo que pudieron y consiguieron escapar temporalmente ocultándose en una cueva que se abría entre unas rocas bastante considerables. Los dos hermanos se abrazaban, quizás ahora volvían a estar asustados. Les estaban persiguiendo y quién sabe lo que podrían hacerles. ¿Separarles? ¿Meterlos en centros diferentes? ¿Adopciones? Nadie querría quedarse con unos niños que han matado a sus padres.

Les encontraron.

La policía entró en la cueva y les descubrió. Aquellas linternas cegaban los rasgados ojos de los niños. Se pusieron bastante nerviosos, lo que provocó que los adultos trataran de agarrarlos. Todo se resumió en forcejeos y llantos, hasta que Kurai sacó su daga al ver que uno de los policías agarraba a su hermano. El mayor de los hermanos se abalanzó contra el policía, consiguíendo perforarle el muslo, pero tuvo la mala suerte de que el herido sacara su arma y les disparara a ambos, matándoles.

Los hermanos habían sido asesinados a manos de un policía.

Fue en ese momento en el que las almas de ambos niños bajaron al Naraku, o Infierno, pasando así a ser almas demoniacas y futuros Oni.

Pero las almas no estuvieron juntas: una de ellas se perdió (la de Ketsu) y, al cabo de un tiempo, se unió al cuerpo de un bebé muerto, mientras que la otra alma (la de Kurai) quedó vagando por todos los infiernos.

Akagawa Kurai.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora