Capítulo 2: Parejas (de ciencias)

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Es Miércoles y la mañana está más fresca de lo que debería estar, tomando en cuenta que apenas estamos despidiéndonos del verano. Como he dejado mi abrigo en casa, Iván me prestó el suyo. Él dice que casi nunca le da frío, y aunque lo dudé por un segundo, decidí quedármela por el resto del día cuando percibí su olor a canela y aromatizante para autos impregnado en ella.

—Espero que seas consiente de que probablemente nunca la vuelvas a ver en tu vida—le advierto una vez más. Él sonríe.

—Sabía lo que eras cuando te conocí. Me atengo a las consecuencias de mis decisiones.

Durante el receso, Iván se dedica a llegar al corazón de una manzana y yo a beber chocolate caliente de mi termo. Le extiendo el envase por si quiere. Él lo toma y sorbe.

—Gracias—me lo devuelve sonriente—. Eh, ¿sabías que puede que Cassie esté con nosotros en el aula? Justo ahora está en dirección haciendo los trámites. ¡Será fantástico! ¡Los tres juntos! ¿Te imaginas?

Intento que mi sonrisa sea honesta. O que lo parezca. No lo logro. Así que cambio mi expresión a una de sorpresa antes de que Iván lo note.

—¿De verdad? Creía que todos los estudiantes de intercambio perdían el año.

—No todos—dice alguien detrás de mí. Es Cassandra. Deja su mochila (llena de pines extranjeros) en la mesa, se sienta al lado de Iván y nos sonríe, aunque por un segundo, por una milésima de segundo, me parece que le sonríe más a él que a mí—. Existen dos tipos de estudiantes de intercambio—me dice—, los que se van a pasar el año a otro país y disfrutar y los quede verdad van a estudiar.

—Me imagino que fuiste la segunda.

—Fui los dos—aclara poniéndose derecha e inconscientemente yo también me pongo un poco recta—. Lo que pasa es que muchos prefieren saltarse las clases. Yo me quedaba en ellas, pero también viajaba y asistía a las fiestas. O sea, mis padres igual pagaban por mi matrícula en aquella escuela. Me daba mal rollo no estudiar. La única materia que no acredité fue historia de Italia.

—Chica responsble—le dice Iván y le da unas palmaditas en el hombro.

—¿Me das?—pregunta Cassie señalando mi termo. Yo se lo paso—. Está rico—dice y bebe una vez más.

Iván me observa y se encoge de hombros como disculpándose. Sabe que detesto cuando las personas toman más de la porción de comida que les ofrecí. Soy como Joey de Friends. Una maniaca de la comida a toda honra. Me molesta cuando las personas toman más de lo que les corresponde. En cualquiera de los casos.

Los primeros días con Cassandra en nuestras vidas fueron menos catastróficos de lo que imaginé aquel primer día en el auto.

Actuábamos como si siempre hubiera sido así y funcionaba bien. O bueno, más o menos bien. Iván por su parte, parecía encantado con la dinámica. Sonreía con los molares cuando salíamos todos juntos. "Mis personas favoritas en todo el mundo", nos llamaba.

Y salíamos juntos a cada rato, así que había muchas sonrisas de ese tipo.

Nos las arreglamos bastante bien. Como en el aula siempre nos acomodamos en filas, ambas nos sentábamos arrinconando a Iván en el medio y cuando íbamos al supermercado, Cassandra también nos acompañaba y agregaba sus antojos al carrito.

—¿En verdad nunca has probado los ruffles?—preguntó estupefacta la primera vez que nos acompañó.

Me encogí de hombros.
—No me gusta como huelen.

—Ya—dice Iván y me pasa un brazo por la cintura—. Si yo te he aceptado con todo y tus rarezas, Cass no tardará en hacerlo.

—¡Pero son ruffles!— exclama de nuevo.

Interponiendo el amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora