Cuantos matices aporta la bebida, para el que disfruta de la bebida. Este inicio me causa algún estupor, conociendo el devenir de mi generación, y particularmente de mi linaje, cosa que abrazo con una cuota de melancolía. Me refiero en este caso, al arte de rellenar el vaso. Vaso muchas veces ultrajado, a modo de botella recortada o tetra con las chapas voladas, o cualquier cosa que pueda contener líquido, pero esencialmente, siempre, siempre vaso.
Poco importa el objeto en sí, mismo vaso, siempre fiel hasta que una mano descuidada lo arroje a su inevitable (piso) final. Es uno de esos casos en los que poco importa el objeto si no el fin, cuanto cambia el trato que recibe, ese mismo pedazo de vidrio, si contiene un vermut, o el último fernet de la botella, rondando las 4,30am de un miércoles que se las rebusca para vestirse de fin de semana, sin escuchar los gritos del jueves que te dice que tenés que trabajar.
Poco importa también, hay que aclarar, según el trajín que se trae encima, el volumen alcohólico del mismo, que aunque sea materia de estudio de este texto, no es ciencia exacta a la hora de experimentar. Placebo y medida, van de la mano del bebedor distraído. Medida y más medida, van de la mano del bebedor entrenado. Siempre, en todo este tiempo, siendo el mismo vaso (o uno de los 6 vasos que suelen venir en el pack, y que en esencia son el mismo vaso).
Párrafo aparte, para todos aquellos que tengan su vaso especial, luego sigo eh. Final de Lisboa, la primera entre equipos de una misma ciudad, deben recordar el cabezazo de Ramos, y si no, búsquenlo, es historia. ¿Qué tiene que ver con esto? Bueno, tengo un vaso de esa final, el único sobreviviente de una serie de 2 o 3, ya no recuerdo, que fueron pereciendo en la seguidilla de reuniones, siendo este último retirado a los confines seguro de mi habitación (reservado claro, para el 28, cuando se repita la final, esta vez en Milán). El otro, un chop de acrílico con una estampa de cerveza alemana, sin acotaciones especiales, me ganó el folklore birrero.
¿En que estaba? Ah, sí. Las sensaciones de llenar el vaso, varían mucho. En una ronda, tanto en casa como en el bar, reclamar el 'culito' de la botella después de la primera pasada equitativa, es una pequeña victoria, tan pequeña que se deja de saborear con el sabor del primer sorbo. Cuando se está solo es un poco más complicado, cada servida, es una recordatoria de porqué estás bebiendo solo, complicado y sencillo a la vez, ya que el sorbo que le sigue a la servida limpia el sentimiento.
No sé en que terminara esta especie de limpiamiento de culpa de vasos, siendo jueves, con un vaso en la mano, haciendo de entrada para el viernes, rey de vasos, guardián del verdadero rey de los vasos y señor de la tierra de los alcoholes, el caballero sábado, siempre abierto a posibilidades. Posiblemente termino en esto, que acabo de escribir, que aunque sea jueves, el vaso se vacía, y me desespero por elegir un sentimiento de la lista de sentimientos para colocar en la acción de rellenarlo.
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Palabras ahogadas en vasos de cerveza
De TodoLas luces tenues de un bar, la débil luz del alumbrado público colándose por tu ventana. Las noches son más noche cuando hay un vaso en la mano.