Parte 3: "Galería fotográfica, seis de la tarde"

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A la mañana siguiente... (Martes)

Narra Angela:

Me remuevo en mi lugar, acariciando la tela de la sábana contra mi mejilla. Suelto un suspiro, aún sin abrir los ojos. He tenido una noche muy pesada, pero claro, razones no me faltan. El cansancio me llevó a la locura, y a soñar situaciones que hace tiempo no suceden... ni sucederán. Tengo la necesidad ahora mismo de tomar un buen café, a pesar de saber que podría llevarme de cansancio/locura, a la perdición.

Me giro sobre la cama, para terminar frente a frente con Miguel. Abro los ojos y lo contemplo con su enrulado cabello castaño sobre su piel morena, aquellos ojos cafés que se hacen más claros debido al sol que entra en la habitación, y ese perfume masculino que lo caracteriza. Sonrío ensimismada por tal escena.

—No pude comer la pasta que preparaste ayer, ¿verdad? —pregunto, haciendo un triste mohín con los labios. Él niega con la cabeza—. Discúlpame. Estaba demasiado cansada. Ni siquiera recuerdo cómo fue que llegué hasta aquí.

—Yo te traje en brazos —contesta de manera seria, dejando de mirarme. Frunzo el ceño.

—¿Pasa algo?

Me inclino hacia él para acariciar su rostro, pero gira la cabeza tan rápidamente que me deja con el brazo sobre el colchón. El rechazo me hace tragar saliva.

—Sí, pasa algo.

No, no, rayos, ¿qué hice? Una desconocida culpa me embarga. Extrañamente hago algo que lo enfade, a menos que sea el haber tomado café a escondidas, cosa que no ha sucedido todavía. No comprendo nada.

—Dime, Miguel —inquiero, con el nerviosismo hasta la garganta—. Dime qué sucede.

—Lo mencionaste anoche.

Mi ceño fruncido se hace todavía más intenso, a la vez que mi mente intenta procesar esas tres palabras.

Lo – mencionaste – anoche.

—¿De qué hablas?

—Dijiste Ethan en vez de mi nombre.

Su mirada se clava sobre mí en un santiamén. Luce enfadado, consternado y... Yo sólo trato de generar más y más excusas falsas en mi mente, planeando darle una buena a él y también para mí, porque me cuesta creerlo. Sin embargo, no encuentro alguna, así que recurro ir la verdad:

—No lo he dicho.

—¿No lo has dicho? —Sonríe con ironía—. Por supuesto que sí, Angela.

Se pone de pie inmediatamente, alejándose de mí y de la cama.

—Pero, Miguel...

—¿Pero qué? —interrumpe.

—Es que yo... No te creo. No habría razón por la cual mencionar ese nombre, y menos en la casa. Ni siquiera pienso en eso.

—Entonces soy un mentiroso, ¿eso dices? Angela, por todos los cielos, acepta que también puedes cometer un error.

—Lo sé, lo sé —Me siento en la cama, acomodando mi cabello—. Es que no... No lo recuerdo.

—Es mejor que digas que no lo recuerdas, en vez de decir que no lo has dicho porque te oí.

Agito la cabeza mientras choco la palma de mi mano derecha contra la frente. Oh, mierda. No puedo engañarme. Soñé con aquel muchacho después de tanto tiempo que... De seguro dije su nombre.

—¿Sabes? Discúlpame —admito, avergonzada—. Si lo dije y te hice sentir mal, lo lamento. Nunca antes ha pasado. Estaba muy cansada y él... él sólo...

Di que me odias, por favor (DQMAP #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora