Capítulo 4

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Narra Léa:

Me despierto sin necesidad de haberme puesto una alarma la noche anterior y debo confesar que me encanta esa sensación. El irritante sonido de la alarma provoca que me levante de mal humor la mayoría de las veces, por no decir siempre.

Sonrío por estar en una cama tan grande, solo para mí y sobre todo tan fresquita. Anoche, cuando llegué de entregarle la pizza al mismísimo Justin Bieber, el conserje estaba todavía esperándome, incluso había acabado su turno pero él seguía esperándome. Me dio tanta pena que le dejé una propina, ahora tengo $100 menos, pero no me importa, porque al fin tengo trabajo.

Me siento en la cama y descubro que no me he movido en toda la nocha del mismísimo centro, eso me gusta. Antes de acostarme, y justo después de ducharme, descubrí que al mismo lado de la cama hay una serie de botones, ninguno tiene nombre pero sí colores diferentes, por lo que comencé a pulsar uno a uno a ver que pasaba. Bueno, creo que jamás me podría haber imaginado esto.

En un total de seis botones, el primero empezando a la izquierda es de color blanco, lo pulso y hay unas luces al pie de la pared, por todo lo largo de la habitación que se encienden y se apagan las demás, dándo la luz justa y necesaria para poder ver si te levantas y que no te moleste al dormirte; el segundo, de color negro, cuando lo presioné me agradecía a mi misma haber pulsado el blanco, pues los ventanales que dan a la ciudad y son por completo una pared, la que está frente a la cama, se tiñen de negro para poder descansar mejor, he leído en internet sobre esto y parece ser que se debe a que sobrevuelan muchos helicópteros la ciudad de noche y las luces de estos llegan a molestar; el tercero, de color azul, es el más sorprendente. Desprende aire frío de la cama para no pasar calor durantes las noches de verano, sí, lo confio, lo he utilizado. No sé por donde sale, cómo sale, ni por qué funciona, pero no me voy a quejar; el cuarto es de color rojo, no sé ni por qué demonios lo he pulsado, casi me ahogo en dos segundos... sí, desprende calor; el quinto es verde, purifica el aire en caso de que se haya tenido mucho las ventanas abiertas... para una tontería, pero con la contaminación que hay aquí acaba siendo lógico; y sexto y último es de color rosa, desprende una fragancia de camomila, vainilla y jazmín, para las noche con insomnio.

He dormido plácidamente, nunca había dormido mejor y estaba claro que teniendo esa cantidad de botones, no podía fallarme el descanso.

Cojo mi móvil de la mesilla de noche y veo que tengo aún más mensajes que ayer, me agobio por un segundo, pero cierro los ojos, tomo aire y respiro varias veces tranquilamente. Son alrededor de las 12 de la mañana, tengo que entrar después de comer a trabajar, así que puedo picotear algo tranquila, mientras la tv suena de fondo y leeré los mensajes de una vez.

Salgo a duras penas de la cama y pulso el botón blanco, el negro y el azul, ya que estos, conjunto con el rojo, solo paran de funcionar si se les vuelve a pulsar, en cambio los botones verde y rosa, basta con pulsarlos una sola vez.

Espero a que entre la luz natural y hago todo lo planeado segundos antes.

Pongo un canal al azar y sale un programa típico de las mañanas, de entrevistas, étc. Me vale. Desbloqueo la pantalla de mi teléfono y entro a ver los mensajes. La gente se duplica, al igual que los mensajes que me mandan todos.

Empiezo por entrar en la conversación con Thobias, en Los Ángeles ahora mismo deben de ser las nueve, puede que esté trabajando o puede que esté desayunando en un descando, aun así me atrevo a escribirle.

"Los seis botones son lo mejore que me ha podido pasar en la vida." Escribo. No le llega el mensaje, tiene un simple tic, así que posiblemente no esté disponible, me convezco para no alterarme y sigo a lo mío.

CatfishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora