CAPÍTULO 7

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Con el alma llena de sorpresa, los jóvenes comenzaron a explorar el lugar, tratando de que ningún habitante de esa ciudad los vea, ya que no sabían qué les podría pasar. Estaban muy contentos; pero a su vez, con un miedo que les carcomía los huesos.

En ese lugar no había vegetación alguna. Estaba hecho solamente de piedras azules de todos los tamaños y formas, pero el color no variaba en lo absoluto.

La ciudad se encontraba en una fosa, que se descubría debajo de donde estaban caminando los niños. Ésta estaba conectada con senderos de piedras y vías. Con éstas últimas, el paisaje parecía una gran montaña rusa ya que las mismas subían y bajaban, iban y venían, entraban a un subsuelo y salían por una cueva. Sobre ellas viajaban unos carritos con forma de contenedor, que en su parte delantera tenían una cabina para que puedan ser manejados por los habitantes de ese lugar. En resumen, parecían camiones contenedores, pero en miniatura.

El lugar se podía recorrer sin problema por esa zona. Parecía no haber peligro alguno. Nadie los veía desde allí. Se sentían bastante tranquilos. Estaban muy concentrados en lo que habían hallado. Ninguno de los dos hablaba. Se habían quedado mudos. Estupefactos.

Cansados de tanto andar, decidieron tomar un descanso y ocultarse, por si acaso, tras una gran piedra que de alguna u otra manera obstruía el paso, ya que si querían seguir el camino, debían trepar por ella. Sólo les dejaba un pequeño hueco entre el suelo y la parte superior de la misma: como si fuera una diminuta cueva pero sin salida.

-Todavía no puedo creer lo que estamos viviendo.- dijo Pablo, con los ojos bien abiertos, la mirada perdida y sin pestañar.

-Yo tampoco.- agregó Nicolás –pero ahora tenemos que encontrar la forma de salir. Estoy seguro que la salida no es por donde entramos.-

-Si...- expresó Pablo- tenés razón. Descansemos un poco acá, y después seguimos con la exploración. Ahora estoy muy cansado. Quiero dormir un rato.-

-¡Sí!- Exclamó Nicolás -¡Yo también quiero descansar!-

No tardaron en cerrar los ojos, que ya se habían dormido.

Al despertar se dieron cuenta de que no estaban en el mismo lugar. "Se" habían trasladado a una especie de cárcel en donde los rodeaban grandes barrotes de energía con un diminuto espacio entre ellos, el cual no les permitía escaparse. Y para más seguridad, esta cárcel estaba en una "isla" rodeada de lava, pero conectada a otras jaulas por intermedio de una vía que pasaba por el costado.

El primero en despertar fue Nicolás.

-Pablo, Pablo... despertate...-

-¿Eh...? ¿Qué querés ahora?-

-Mirá en donde estamos... ¡Nos encarcelaron!-

Pablo no podía creer lo que estaban captando sus ojos. El miedo comenzó a subirle por todo el cuerpo, desde la punta de los dedos de los pies, pasando por las rodillas, la cintura, el torso, los brazos y finalmente la cabeza. Ahí fue cuando explotó:

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