Tiempo.

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Sentado en un viejo sillón frente a una televisión llena de estática. Un anciano de piel arrugada y espalda encorvada. Dando el aspecto de algo tan frágil que con sólo tocarlo se quebraría.

Un asilo es donde se encontraba, respirando pausadamente, esperando el final de sus días. Así es como terminó el tan auto-proclamado salvador de la Tierra. Sus cansados ojos luchaban por mantenerse abiertos mientras que sus labios temblorosos se abrían y cerraban por acto de reflejo.

Se levantó con paciencia y dolor. Sus huesos y piel le dolían. Caminó hacia la habitación que había sido suya desde hace ya quince años.

Tan patético. ¿Dónde había quedado aquel joven amante de lo paranormal? Pero no es que pudiera hacer algo, sí estaba por cumplir los noventa y dos.

Lo único cierto en todo esto fue que este lamentable anciano, con sólo tres letras por nombre, seguía viviendo para ver al que una vez fue su primer amor.

Llegando a su cama se recostó mirando hacia la ventana, esperando a alguien en particular, y es que su cabeza estaba tan acostumbrada a esa posición que podría pasar horas y horas estancado así. Desde pequeño antes de acostarse, en la eskuela, en la calle, en los psiquiatras, en toda hora él estaba viendo hacia la ventana, esperando a que ese extraño sujeto apareciera. Sólo para verlo una vez más, una vez más antes de dejar este repugnante mundo. En estos momentos es cuando se ponía a pensar si el que una vez dijo que regresaría, efectivamente volvería.

Pero era todo tan incierto y las dudas acumuladas en su cerebro lo hacían dudar de las palabras del alíen.

¿Qué tan seguro era que esa basura espacial regresara? Y peor aún, regresar para matarlo.

Fueron demasiados años de espera, el de lentes ya estaba cansado y no sólo físicamente, su cabeza ya no podía con más.

Cerró sus ojos con cansancio respirando pausadamente, dando la impresión de que daba sus últimas exhalaciones.

Un sonoro golpe se escuchó contra su ventana. Era la mano de alguien que tocaba insistentemente.

El anciano de suéter azul abrió los ojos con sorpresa, ¿Acaso el tan mencionado había regresado?

Tenía miedo de mirar la ventana y sólo ver una rama como muchas veces antes  le había pasado.

Armado de valor se levantó, no soportaría otra desilusión.

Con paso seguro, apoyándose por un delgado bastón caminó con los ojos cerrados hacia la ventana.

Ya sabía el camino después de tanto tiempo recorrerlo.

Suspiró lo más profundo que pudo y abrió la  ventana haciendo que el aire frío de un duro invierno entrara a la cálida habitación. 

Y ahí estaba él, parados frente a frente después de tantos años. Como si nunca se hubiera ido. Todo estaba exactamente como si no hubieran pasado ochenta años para el ser de otro planeta.

El alíen entró a la habitación lleno de arrogancia y orgullo como era su costumbre.

Dib no sabía qué hacer, había esperado tanto este momento que se congeló ante lo que pudiera pasar. Imaginó tantos finales para esta historia que no sabía cómo elegir uno.

El de guantes y botas negras revisó minuciosamente la habitación con la mirada y al toparse con el anciano su ceño de frunció de sobremanera.

– ¡Tú!

Apuntó al anciano.

– ¡Estoy buscando al humano llamado Dib! Mis fuentes me informan que está registrado en este lugar ¡¿Dónde está?! –Exigió saber el de baja estatura observando con desdén la habitación. 

Tiempo (One-shote) [ZaDr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora