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Inhale el fresco aire de mi nuevo hogar, este olor me hace pensar en el color verde e instintivamente sonreí.

Después de aquel accidente que me arrebato mis ojos mi madre tomo la decisión de mudarnos a un lugar mas natural, consiguió una linda casa muy alejada de la ciudad y sus ajetreos. Al llegar pude escuchar la linda risa de mi madre, como extrañaba mirarla, ver aquellas lindas y delicadas facciones salidas de su rostro, al pensar en en ello me puse triste de inmediato, no podía creer que por culpa de un idiota que no respeto un alto mis ojos se  fueron y con ellos la mitad de mi felicidad. Yo amaba observar el mundo, amaba mi forma de ver las cosas tan diferente a los demás. Lo que me sorprendía mas era que aun que mis ojos no servían aun podía llorar, sentí las gotas de agua salada rodar por mis mejillas, sentí unas suaves manos limpiando aquella muestra de tristeza salida de mis ojos, era mi madre.

-Ya ya mi niño, veras que todo saldrá bien.- Afirmo mi madre sobando delicadamente  mis mejillas, yo tan solo me limite a recargar mi cabeza en aquellas suaves manos y seguir llorando.

Ya me había acostumbrado a mi nuevo hogar ahora podía recorrer la casa sin ver (literalmente), pero aun así me sentía encerrado. Mi madre había cerrado todas la puertas con llave para evitar que yo saliese, me sentía como animal era una sensación horrible; al paso de unas semanas no lo soporte mas así que espere a que mi madre se durmiera y salí por una ventana adentrándome en el bosque.


Noaki ese era el nombre del chico al cual no pude matar aun siendo un shinigami.

El auto paso encima de el, pude notar la mirada de satisfacción del hombre que conducía, al pararle encima solo puso una sonrisa un tanto macabra y continuo su camino sin ninguna preocupación. Me acerque a aquel chico me sorprendió verlo aun consciente, sus enormes ojos verdes sacaban lagrimas sin parar y en su garganta se ahogaban gritos de dolor mucho antes de llegar a sus labios ligeramente rojos ¡¡me cautivo!!, no podía matarlo, me sentí débil ante su presencia y aquel miedo que sentía desde que tengo memoria se esfumo repentinamente. Sin pensarlo comencé a aliviar su dolor, dejo de intentar gritar y en sus labios se formo una linda sonrisa, me pare enfrente de el y estire mi mano para levantar-lo aun que yo sabia que tan solo he levantado su tímida alma. Nuestras miradas chocaron, quería quedarme viendo esos ojos por siempre pero tenia que irme, quería llevarlo conmigo pero sabia que eso implicaría arrebarale su vida y no podía ser yo el que le quitara su alma. Tome la decisión de dejarlo vivir, pero tampoco quería olvidarle así que tome sus ojos, no físicamente sino tan solo su mirada llena de felicidad y vida. Corrí lo mas rápido que podía mientras prometía volverlo a encontrar y pedirle que me comparta un poco de esa cosa a la que llaman felicidad.            

No te puedo ver, pero te puedo escuchar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora