Capítulo 2

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Él es un demonio imponente, sin una pizca de sentimiento en su mirada. Todos y cada uno de los demonios deben respetarlo. Los humanos deben temerle, incluso las sacerdotisas.

Pero ella no le temía, ni lo respetaba como su superior. Se mantenía firme ante su figura y resistía, enfrentándolo hasta con la más simple mirada. Siempre determinada e imperturbable ante a él.

"Sin duda alguna es obstinada. Hermosa, pero realmente obstinada".

Se mostró fuerte, aunque a él le haya costado admitirlo. Nunca había visto a un humano tan fuerte, menos si se trataba de una bella sacerdotisa como aquella.

"—Sesshomaru, no permitiré que lo mates–" sus ojos azules se mostraban firmes, aunque su postura, no demasiado.

Se dio cuenta que estaba agotada para una lucha, más sin embargo él no deseaba matarla. Quería saber hasta donde podía llegar por defender a alguien diferente de su raza. Quería conocer la pureza de su corazón.

¿ Cuántas veces pasaron por la misma escena?

No lo sabía, pero no le importaba en lo más mínimo. Le gustaba ponerla a prueba siempre que podía.

Sonrió ante tal recuerdo.
Encontraba cierta diversión cuando ella se molestaba o trataba de mostrarse firme frente a él, y para una batalla... Estaría constantemente dispuesta.

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—Sesshomaru— dijo ella con el ceño levemente fruncido— ¿Qué haces aquí?–.

El Demonio no contestó, simplemente se acercó a ella fijando su vista en esa pequeña e insignificante herida.

Kagome había peleado con Inuyasha de nuevo y al estar molesta, decidió correr hasta donde sus pies lograban llegar.

La razón de la pelea con el híbrido tenía un nombre, uno muy importante y doloroso para ambos: Kikyo.
La azabeche trató de contener su llanto, pero al correr y pensar en lo que había pasado con Inuyasha, se sentía aún peor hasta soltar todas las lágrimas que podía.

Sesshomaru la había escuchado llorar, y siendo ella su debilidad, no pudo evitar correr para ayudarla.

Estaba enamorado de una humana.

Lo que es peor: su corazón no fue robado por una humana común y corriente si no por una sacerdotisa realmente poderosa y de lo más problemática que podía existir. Ni siquiera la mujer de barro y huesos era tan problemática.

— ¿Sesshomaru?– Volvió a llamar la pelinegra.

— Silencio, humana– habló por fin.

Sus miradas conectaron en ese instante.

Colocó una mano delicadamente en su brazo y lo acercó a sus labios para darle un suave roce.

Se molestó al pensar la razón de Kagome para estar en ese bosque completamente sola y lastimada.

Estaba sorprendida y levemente sonrojada por la acción del demonio, pero no dijo nada más.

Ella no amaba a Inuyasha, nunca lo había hecho, pero si las almas de Kikyo en su cuerpo. Una vez que supo eso, aquel sentimiento desapareció como por arte de mágia. Decidió buscar una forma de resucitar a la amada del híbrido que ahora para ella, era una gran amiga y cuando la encontró, él se negó rotundamente a la idea. Como de costumbre, pelearon hasta que Kagome decidió salir corriendo para perderse en el bosque sin la preocupación de que Inuyasha la siguiera ya que perfectamente sabía que no lo haría.

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