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Tenía el grimorio entre mis manos cuando apareció un hombre vestido con un smoking blanco en medio de mi habitación diciendo:

Estaban el tigre y el conejo; de pronto el tigre dice: "Oye conejo, a ti no te molesta la caca que se queda pegada en los pelitos? No, dice el conejo. Entonces el tigre toma al conejo y se limpia el culo. ―Levantó sus cejas y después guiñó el ojo―. Mmm, público exigente... El Príncipe...

― ¡Eddie Murphy! ―Logré decir cuando la fascinación terminó―. ¿Qué hace Eddie Murphy en mi habitación?

Contar chistes XXX para que cambies tu cara de malcogido.

― ¡Estoy soñando!

No, no es un sueño... Íbamos en que el Príncipe azul buscaba...

― ¡Ah huevo! ¡teletransporté a Eddie Murphy!

No, niño, no tienes suficiente poder para teletransportar un gusano, mucho menos a alguien pensante. Volviendo al Príncipe azul...

― Entonces eres un producto de mi imaginación.

No soy un producto de tu imaginación. Soy el demonio...

― ¿ Eddie Murphy es el demonio? ―interrumpí atontado.

Él bufó, colocó los brazos en jarras y me miró fijamente.

No, mocoso. Solo tomé la forma de alguien que quisieras conocer. Alguien amigable lo hace más sencillo. Mi nombre es Kin'Aziel-Mynoe-Leibataushikoe-Da-Raav-Quat, pero puedes llamarme Kin'Aziel ¿Sabes a qué he venido?

― Eres aquel con quien debo hacer el pacto de sangre y ceniza.

Ayudaré a transferir todo tu ser y lo fundiré en un cuerpo humano, a cambio me debes entregar: Tu cuerpo actual, tu magia y enterrar un objeto que te entregaré. ¿Qué dices?

Toda bruja sabe que al invocar energía negativa en un conjuro hay que entregar algo de valor equivalente. Una hechicera de 1819 solo mencionó ceniza y sangre, el significado quedaba atado al contexto.

Kin'Aziel colocó sus manos en mis hombros y me acercó al espejo, mi reflejo cambió, ahora era un hombre alto y fuerte de piel tostada por el sol, cabello negro que caía en una trenza sobre el hombro, rostro redondo, nariz achatada, labios gruesos, cejas pobladas y ojos marrón oscuro; vestía mi horrenda sudadera gris, solo que a él le quedaba mejor. Mi boca se hizo agua.

Puedo proporcionarte un cuerpo saludable, atraerás a todos los orientales que quieras.

― ¿Cómo sabes que me gustan los orientales?

Sé todo sobre ti... ―Señaló mi cabeza y luego la suya. El muy cabrón podía leer mi mente.

Sentí escalofrío. Pero estaba embobado con mi reflejo. Sería un hombre lleno de testosterona.

― ¿Solo esas tres cosas? ¿Qué hay con mi alma?

¡Buf! ¿Para qué quiere un demonio un alma como la tuya? 99.9% de las almas humanas va a parar al infierno, tenemos problemas de sobrepoblación. ¿Almas? ¡Eso está sobrevalorado: Lo de hoy es caos!

Mientras él hablaba mis ojos permanecieron fijos en el espejo. En mi cabeza pasó la idea de desnudarme para ver ese cuerpo encuerado y comprobar qué tan grande sería la polla que Kin'Aziel prometió.

Mirar la mercancía no es lo mismo que comprarla...

― No. ―respondí. Mi rostro ardía avergonzado.

CENIZASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora