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Sólo duraría esa noche allí, en ese diminuto departamento que pagaba con lo mínimo, y se marcharía.
Lloraría todo lo que necesitaba, y reiría por última vez, entre lágrimas, por todos esos tontos recuerdos que había vivido junto a él, creyendo ilusamente que feliz terminaría sus días a su lado. Al lado de alguien que jamás supo lo enamorado que estaba de él.
Y ya no habría más noches, en las que a la luz de la luna, rogaría que sentimientos parecidos a los suyos, nacieran en ese corazón que parecía verlo sólo como amigo.
Aunque se golpea el pecho porque si pudo sentir esa magia, aquellas noches que tomó su mano y deseó más de él, y sintió esa magia bailar en su corazón al ver sus ojos brillosos, que creía que brillaban sólo para él.
¿Por qué no lo había besado?
Hipa llorando sin contención alguna al darse cuenta de que siempre tuvo mucho que perder, porque no se imaginaba una vida sin él, y ahora que le había dicho lo que sentía lo había perdido de todas formas.
Se sentía estúpido y lleno de arrepentimientos. Y juraba que al cerrar los ojos, casi podía sentir esa magia envolviéndole como cada que estaba con él y sentía miedo de esas emociones salvajes que le hacían desearle a un nivel que jamás aceptaba, porque sí. Era cobarde.
Y había esperado la cura para esa enfermedad que sólo hacía aflorar su cobardía, pero jamás había llegado, sólo se había visto desesperado con el corazón a punto de detenerse si no decía lo que sentía.
Cuando cree que las lágrimas se terminaron, abre los ojos y ve la bonita luna asomándose por la esquina de su ventana. Y en silencio agradeció, con más lágrimas, esa magia que vivió por tanto tiempo con él.
—Taemin.
Y volvió a llorar, todo lo que el día entero estuvo aguantando. Y sería un día especial, realmente, el mundo tendría pruebas de que él sí lloraba. Aunque por cobarde.
Él seguro ya habría llegado a la isla de Jeju, ese paisaje hermoso que entre todos habían ideado para que fuese a su luna de miel. La que él aún deseaba con Lee Taemin. La que tanto deseó para hacerle el amor innumerables veces en cada maldito rincón de esa hermosa habitación de lujo que habían alquilado; en la ducha e incluso en esa piscina privada, en la que lo tomaría a la luz de la luna.
Mierda.
Cada deseo se confundía con algún crudo y doloroso recuerdo, cuando en esas noches Taemin solía hablarle de ella, y él se sentía morir, llegando a preguntarse si él jamás se daría cuenta de lo mucho que le dolía tener que hablar de ella, además de tener que verla llegar a sus almuerzos para llevarse a su novio, lejos de él. Y había empezado a odiar tener que verlo, porque ella parecía estar presente en todas partes, como para recordarle que él ya tenía dueña, y que lo que imaginaba por las noches sólo se quedarían en eso, nada más.
Suelta un sonoro suspiro mientras limpiaba esas lagrimas que bañaban nuevamente su rostro, sólo esperaba que al salir el sol todo terminase y pudiera desaparecer de su vida, porque no se quedaría a atormentarle, menos quería verlo ser tan feliz con alguien más y atormentarse como estúpido.
Ya había pedido un traspaso, se marcharía para hacer las cosas más sencillas y llevaderas.
Debía cuidar su salud mental.
Por eso continuaba llorando como un chiquillo, dejándole ir, en cada memoria y en cada deseo que nació por él durante todo ese tiempo.
Al día siguiente iría a despedirse de su familia, y de su pequeño hermano. Lo extrañaría un montón, pero debía. Le contaría que al fin había abierto su corazón, su único fiel y nada chismoso oyente. Aunque, la verdad, hubiese querido contarle que su cuento de amor tenía un final feliz, pero tampoco quería mentirle.