*
*
*
No podía decir que el ambiente fuera lo peor, no. Eso sería culpar a sus amigos por esa nostalgia repentina de cada travesura que cometieron y cada momento importante que compartieron y, en definitiva, cada cuadra que el taxi avanzaba, sabían que eso pronto cambiaría.
Y él quería que fuera para siempre.
Todos lo querían así, pero las cosas estaban por cambiar, no para mal, sino que para bien, pero tampoco querían despegarse de esa bella amistada que los había envuelto por más de diez años.
Extrañarían estar reunidos los cinco.
Esas navidades y esas locas salidas de año nuevo que empezaban juntos, hasta lo que pudieran pasadas las cero horas del primer día del año, luego de brindar cada quien se iba con su cortejo o algún enganche que habían hecho en la fiesta que empezaba desde que el sol se ocultaba.
Y ese año, sólo ese año había sido diferente.
Kibum suspira largo y pesado, sin poder esconder, tras de esa sonrisa radiante, esa nostalgia y esas emociones que ellos tampoco podían.
Jinki se pasaba el camino largo durmiendo, sería el que menos sufriría aquellas sensaciones que ellos tres no podían evitar, y Minho sabía que Taemin también, aunque no estaba con ellos en ese momento.
Jonghyun acaricia los cabellos de Kibum y este apoya su cabeza en ese hombro que le era ofrecido; un consuelo mudo y silencioso por ese futuro que aún querían ver brilloso, porque lo era, sólo que temían creer que madurar y casarse significara alejarse y no poder frecuentarse más de lo poco en lo que se había reducido ese último tiempo por sus trabajos y viajes, pero jamás faltando en los momentos más importantes.
Por eso Jonghyun y Kibum habían viajado y estaban ahí después de más de medio año de planificación.
—Es un milagro que hayas comprado ese traje —Minho se voltea y le mira con una sonrisa de costado.
—¡Taemin lo compró con mi tarjeta!
La pareja se mata de risa, sin importar que en ese momento Jinki se quejara por el ruido. Era obvio, no había, no existía, otra cosa en el universo capaz de hacer que Minho comprara algo tan caro. Ese día seguro los hombres podrían embarazarse.
—¡Eres un tacaño! —ataba Kibum negando por esa tozudez de su amigo que jamás cambiaba, ni con los años, ni con nada.
—¡Y tú no sabes ahorrar ni un solo centavo! —Minho sabía defenderse bien. Los años lo habían entrenado a las justas medidas para callar al de mirada felina que estaba a punto de lanzarse a jalarle del pelo.
Sus peleas siempre terminaban así.
—¡¿Y cómo explicas que tengo mi propia casa?! —cuando Kibum cree que ganó, ve la horrible y ancha sonrisa de Minho, anunciándole lo que venía.
—Obvio es el dinero de Jong.
Kibum le mira boquiabierto, casi ofendido de la forma en la que su amigo pensaba de él. Era insultante, pero viniendo de alguien como Minho que ahorraba cada maldito centavo obviamente se vería como lo peor.
—¡¿Me estás diciendo aprovechado?!
Y efectivamente, Jonghyun ríe al ver cómo aquello terminaba en jaloneos, Kibum termina tomándole por el pelo y tirándoselo sin piedad, con toda la intención de dejarlo calvo, de ser posible.
—¡Ahora no tienes quién te defienda! —Kibum reía maligno al caer en cuenta que Taemin no estaba ahí para vengarse con el pelo de Jonghyun.
—¡Pero ya estamos por llegar!