El inicio del caso

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El final de un día de trabajo, sobreviviendo a miles de voces juveniles rebosantes de deseos y anhelos propios de la edad, mezclados con la estupidez que esta traía. Hombres calvos gruñones por la calvicie y el fastidio de la juventud con la que lidiaban, que solo llenaban su cabeza de quejas y quejas, algo justificadas y otras no. Su enfermería, testigo de los amoríos de muchas parejas de esa escuela, que debía hacer ojos ciegos para fingir que no existían. Personas que solo tenían hormonas en la cabeza, solo eran eso para ese enfermero. El debía lidiar con algún chequeo a estudiantes que se lastimaban por torpeza, o que eran heridos, una minoría eran aquellos que encontraron un refugio cómodo en el olor a fármacos y el café que el tomaba. Era mejor que nada a que ser envuelto en el silencio, y ser el confidente del director con todos sus problemas. Miro al cielo una ultima vez, todo era gris y tan melancólico, ni una sola alma se encontraba en el camino de aquel hombre de ojos violetas.

Llego a un pequeño edificio de departamentos y viendo el vapor de su respiración subía la escalera con cuidado de no resbalarse, hasta que por fin llego a la puerta; saco las llaves que estaban colgando de un llavero con diversas figuras de gatos y abrió la puerta. Estaba en su hogar: un viejo departamento. No tenia muchas cosas a decir verdad, todo eran cosas para sus numerosos amigos felinos: sacos de comida, juguetes y camas para ellos. Ocupaban la mayor parte del espacio. Lo único que tenia para si mismo su cama que estaba llena de papeles del trabajo y un pequeño closet donde guardaba sus pocas ropas. Así es Ichimatsu, se gastaba gran parte de su paga en gatos.

Su sueldo no era mucho, suficiente para sus gastos mínimos por lo menos, aunque si no tuviera aquellos inquilinos de seguro podría haber tenido un mejor lugar para vivir. Pero era algo imposible que los sacara de su vida, el los necesitaba... mas de que otros pudiera comprender. Tenia que ayudarlos, seria irresponsable dejarlos solos a manos de tan horribles humanos sin compasión alguna. Ellos le daban fuerzas para seguir con su deber de enfermero en aquella tan odiosa escuela, para colmo su enfermería era ocupada por adolescentes deseosos de sexo cada vez que el no estaba ahí, sin duda, no era agradable encontrar todo tipo de parejas en mitad de eso. ¿Desde cuando los jóvenes eran tan desesperados por contacto físico? Aunque una parte de el también lo estaba, lo callaba.

O tal vez no entendía ese deseo, en sus 33 años de vida aun seguía virgen y solo. ¿Como diablos lo iba entender? Si nunca había probado el calor de otra piel, y solo un niño prendió aquel deseo de estar con otro, solo para hacerle ver lo patético de su existencia.

-Tsk... como si me interesara compartir mi patética existencia con alguien.- hablo con gran amargura. Ese tema le sacaba de quicio, siempre aparecía aquel niño con una pelota de basquetball y un libro en las manos en su cabeza, diciendo palabras que no entendía ¿que tenia ese chico que aun después de 8 años, aun no salia de su cabeza? De seguro se habría vuelto en alguien mas brillante y exitoso, todo lo contrario a el. Ya ni siquiera recordaba su nombre, una verdadera pena. Aquellos ojos de color perdido que se enterraron en sus memorias, lo consumían y de alguna forma le daban una explosión de sentimientos. Era humillante saber que la primera persona que amo era un crió sin sentido de la moda y realmente doloroso, que solo tenia una meta en la cabeza y pasaba a su lado como pulga. Y que por cual el tuvo que dejar su trabajo anterior. Aquel niñato le había salvado a costo de su trabajo, un golpe bajo para su carrera y que lo hubiera acabado, sin embargo, el era su héroe en cuerpo de niño. Una mezcla de sabiduría precoz con la inocencia única de un joven, era lo que lo había enamorado de ese idiota.

No se había dado cuenta que se encontraba parado aun en la entrada, hasta que uno de los felinos se acerco a el. Dejo aquel mundo de nostalgia penosa, para acariciar aquel pelaje totalmente negro y ser observado por esas cuencas grises. Una cálida y dulce sonrisa apareció en su rostro, algo raro de ver-. Lo siento, tarde mas por unos problemas en el trabajo. Vamos, entra debo darte alimento-; se agacho y tomo al gato en sus brazos, escuchando el tranquilizante ronroneo que producía. Pero el gato sin que pudiera evitarlo salto y se escapo por la puerta, que aun no cerraba -¡hey!- grito.

Se aseguro de cerrar bien su hogar -tampoco quería que los demás escaparan- y salio en su búsqueda. Busco por todos lados, hasta el ultimo rincón que su mano pudiera alcanzar, no paraba de correr en su búsqueda, y jadeos escapaban de su boca que maldecía tener tan mala condición física.

Estuvo horas y horas en las calles, donde reinaba un abominable frió. Se culpada sin piedad, pensamientos como: «soy un imbécil ¿como deje la puerta abierta? Debería atropellarme un camión ahora...» o«yo debería estar perdido en estas frías calles, no un gato que es mas útil para el mundo». Llenaban y pronto colapsarían su cabeza si no paraban de hablar.

Al final termino volviendo a casa con el animo por los suelos, el mismo camino de nuevo y nuevamente estaba frente su puerta, sintiendo como las lagrimas pronto estallarían incapaz de controlarse. Prefería mil veces ser el la victima de la maldad de otros, algo tan inocente como un gato no merecía tanto sufrimiento, un cuerpo tan pequeño y frágil no merecía ser bañado en dolor.

Inserto la llave en la perilla, deseando que el día ya terminara. Aun así, los eventos desafortunados le esperaban detrás de la puerta. Se dio cuenta de algo, su nariz percibía un olor extraño... un asqueroso olor a metal, que provenía desde la entrada. Pero el no tenia nada adentro que pudiera causar tal olor. Un enorme escalofrió recorrió su cuerpo y alma, con las manos temblando pudo abrir la cerradura... lo que encontró, fue la peor imagen que sus ojos podrían ser testigos. Sus gatos estaban todos destrozados, con notables cortaduras de un cuchillo en todo su cuerpo, se podía ver hasta la sangre perderse pintada en el piso. Toda su casa estaba llena de manchas rojas, todo roto... con los cadáveres de su única compañía tirados como sacos de basura.

Quería vomitar, quería llorar, quería tirarse desde ahí, quería que ellos vivieran... pero no podía hacer nada, absolutamente nada, que inútil era. Finalmente perdió las fuerzas de su cuerpo, sus piernas impactaron con el piso y sus ojos perdieron toda vida, eran espirales de desesperación, vacíos y quebrados.

Una vecina suya, fue quien lanzo el grito de muerte y le dio aviso a la policía. Principal sospechoso, Ichimatsu Matsuno, fue llevado a juicio de forma injusta, por palabras huecas y llenas de malicia.

-Un gusto Ichimatsu-san, yo seré su abogado. Me llamo Karamatsu. -Sonrió un hombre de traje amarillo y azul, con una encantadora sonrisa que le resultaba nostálgica. El era su abogado, quien le ofrecía esperanza y ser quien le salvaría de la injusticia de su caso. ¿O tal vez sería lo contrarío?

¿A que apostaría?

-Espero nos llevemos bien.

Mi loco abogado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora