Sus ojos se abrieron con lentitud, propia de el. Pero por mas que sus pupilas buscarán la luz de la mañana atravesando las cortinas de sus ventanas... esta parecía haberse fugado de su deber de fastidiar su despertar. Era la primera vez en su vida que sintió la alarmante necesidad de tener aquella molestia demasiado brillante, para que lo dejara casi ciego, al punto de tener que usar un antifaz al dormir.
Ahora, estaba en la palma de la mano de la ausencia de los rayos del sol, todo pintado de aquel color que lo dejaba desorientado, sin saber si realmente había un techo allí o no. Estaba perdido, sin profundidades y un abismo al pisar sin cuidado. Era aterrador, y la incertidumbre le agobiaba hasta cansar su viejo cuerpo.
—¿Donde diablos estoy?— dijo. Sintiendo en su paladar un extraño sabor mezclado con cafeína. Aseguraba que era producto del presente dado por Karamatsu, no podía ser nada mas. Aun perduraba el gusto recorriendo su garganta y paladar, no paso mucho tiempo al parecer, máximo unas 5 a 6 horas.
Estiró su mano a aquel vacío negro, para dejarla caer en la suavidad de unas cobijas y un colchón que le brindaban su comodidad. «Es una cama...» afirmo. Por lo menos ya sabia algo, estaba en la habitación de alguien y que ese alguien sería posiblemente su abogado: Karamatsu. Pero... ¿que hacía ahí?
—Que mierda...
Y lo era, desde cualquier lado por el cual el mirara. Todo estaba cayéndose sin dejar de rasgar su vida, despedazando cada pedazo, como si era fuera un mero trapo sucio. Lo sabia, su existencia era igual de una basura esperando a ser quemada. Tantos errores, tantas cosas que lo marcaron y dejo inconclusas; ahora todo se estaba haciendo valer en su vista pérdida. «Si tan sólo», era la única palabra que se le venía a la mente, para terminar en un: «no te hubiera conocido...». Ahora sin la presencia gatuna que absorbía cada gota de su vida; tendría que escuchar esa voz suya, las veinticuatro horas del día. Si de ser así, prefería morir, no lo dejaba en duda. Sin embargo, el sabía muy bien que era muy cobarde para hacerlo, era una persona de mucha palabrería barata y pocas promesas resultas, después de todo. El se conocía y sabía sus propios limites.
—¿Por qué?— musito, cubriendo con sus palmas su rostro cansado—. ¿Por qué ustedes, y yo no?
Nuevamente se estaba quebrando como una copa de cristal. Tanta agua acumulada lo termino rompiendo en pedazos que recogería sin mayor cuidado, consiguiendo pequeñas y profundas cortadas en sus delgados dedos, que quedarían siempre en su cuerpo. Como marcas eternas en su alma y contenedor. Tantas bolsas y bolsas, llenas de cosas dañinas que iba conservando sin decir ni una sola palabra, llenándose más en cada segundo.
«Por qué eres nada mas que basura» nuevamente su voz hacía aparición como actor estelar. «Todos lo dicen...». Ya lo sabía, «y ahora que ellos están muertos. ¿Crees que puedes recuperarte? ¿Cuando nunca lo hiciste? ¿Cuando nunca lo intentaste? ¿Cuando nunca lo olvidaste? ¿A ellos dos? ¿O a ti mismo?».
—Eres tan patético.
Su propia voz era quien ataba la cuerda en su cuello, cortando suavemente su respiración.
Si tan sólo pudiera arrancar aquella conciencia suya, que lo hacía volver a la realidad con palabras que dolían más que el hambre que pasaba por semanas, tanto de compañía como en su dieta.
—¡Good morning!— Iluminó la apagada silueta de Ichimatsu. Con bandeja en mano y su dulce reír se acercó a su cliente dejando las explicaciones como si realmente no existieran. Consigo trajo la luz a la habitación, dando a conocer su simpleza, y pocos muebles del lugar; solo un mueble y una cama. Pero en el suelo se veían miles de revistas de todo tipo.
—¿Donde estamos Kusomatsu?
—¿Cómo dormiste?— Ignoro la pregunta.
—Responde, ahora. No evites la pregunta.
Seguía hablando y pidiendo respuestas a su incógnita. Y Karamatsu seguía absorto en su propio mundo, sin importarle las dudas del enfermero, como si estas nunca hubieran existido—o que realmente no tenían valor para el—, solo el escuchaba lo que quería y decía lo que deseaba. Solo eso, egoísmo puro.
Obviamente, el mal genio del arisco invitado sin querer, no le causaba mas que una gran discordia por no ser escuchado adecuadamente. No espero mucho en dejar caer con su fuerza bruta, la comida en la bandeja. Agarro de los hombros ajenos que vestían azules y exigió respuestas rápidas—. ¡Responde!
Karamatsu más que asustado a sus ojos, pareció un momento disfrutarlo. «¿Que?». Se pregunto el mismo al ver ese ligero rubor fuera de lugar. No pudo seguir pensando, tenía el tacto frió de ese animal con traje, sobre el.
—Estamos en tu casa. —Sin que el chico de ojos caídos pudiera hacer algo para detenerlo lo atrapó en sus brazos, no contuvo su agarre firme y doloroso. El traje realmente impedía ver cuanta fuerza escondida tenía, y cuan capaz era de manejarla—. O mejor dicho nuestra casa...—Tan bajo susurro esas últimas palabras que se perdieron en el silencio de la habitación.
—Espera ¿de que hablas?... Esta no podría ser mi casa.
—¡Por supuesto que lo es! It's the house of Ichimatsu, desde ahora vivirás aquí.
—¿¡Estas sordo!?— Alcanzó a abofetear la cara con ojos que parecían envolverlo en un mundo extraño y peligroso—. Y-yo... —titubeo. Nuevamente la rabia le ganaba y le obligaba a ser uso de una violencia involuntaria. Sabía que otros métodos eran mejores, pero algo le decía que como fuera, aquel hombre debía estar lejos de el. Como si fuera una presa en las garras de su depredador.
No podía ver claramente la expresión por completo de Karamatsu y solo al ver como esta se giraba en su dirección, rebosante de furia y una maniática sonrisa que ocupaba un gran espacio, volvió a ser un gato asustado—. ¡Oh, my swet Ichimatsu! ¿Que pasa?— El tono de voz era ronco y destilaba agresividad que lograba hacer temblar cada una de las extremidades del enfermero, llegando a creer que lloraría del susto que le causaba el abogado. Era difícil pensar que aún así mantenía esa risa dibujada en sus labios.
—L-lo siento, solo tengo mucho estrés...
Rogaba para que se calmará un poco el ambiente, o lo tragaría vivo.
—Oh...— Sus facciones se relajaron y lo que aterro a Ichimatsu, desapareció—. ¡No debes preocuparte! Ya te lo dije se que no eres el culpable.
—Y yo te vuelvo a decir que tu no puedes saberlo, Kusomatsu —claro que se iba hacer el valiente, aunque hace un segundo, sentía como podían acabar con su respiración—. Ahora dime ¿donde demonios me has traído?
—Es un departamento que compre hace un tiempo, y como creí que tu no querrías volver a tu home decidí traerte. Ahora ¿puedes irte de aquí? —señalo la salida—, que tengo que limpiar este desastre. Puedes tomar un poco de café con leche en la cocina si gustas. —Sugirió mientras era observado con gran curiosidad. «¿Cuantas facetas tiene este tipo?...» se preguntaba; era sin duda, una gran interrogante sumada a su vida.
—¿Por qué no me das sólo café?
—Por qué a ti no te gusta lo amargo; ahora Ichimatsu-san, vaya a comer que durmió todo el día de ayer.— Lo termino sacando de la habitación con suavidad pero con rapidez. Se notaba que no quería seguir mucho el ritmo de las preguntas— además... tú me lo dijiste ¿acaso ya lo olvidaste? —remarco las ultimas palabras con un sentimiento especial—; eres tan cruel, pero aun así tan hermoso.
Al salir de la habitación por el empujón del abogado, solo pudo dar un gran suspiro y ver las verdaderas ropas que llevaba. Era una camisa que le llegaba un poco mas abajo de sus caderas con brillos azules y los pantalones holgados de tono negro.
Acerco un poco nariz a las ropas al ver lo grande que le quedaba, una fuerte esencia de perfume profundo indagó su olfato—. Esto debe ser una broma... —exclamó indignado. Era la misma que la suya, aunque sólo la ocupaba en ocasiones importantes o de vez en cuando en su trabajo. Un aroma especial que pocos usaban, claro después de todo, era una cantidad limitada de personas que lo tenían. Era raro que alguien de esa edad lo tuviera.
Si pudiera saber lo que realmente le esperaba. Si se diera cuenta que el pasado le encontró y se lo llevaría con el. Huiría lo mas lejos posible, huyendo de aquella persona que era su condena viva.
—¿En que me metí?
Pronto tendría su respuesta, ¿o su fin llegaría antes?
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Mi loco abogado.
FanfictionIchimatsu, un enfermero de una escuela común y corriente. Trabaja y vive solo por los gatos que tiene que mantener en su hogar. Por alguna razón al llegar, uno de los gatos se escapó y al llegar de nuevo a su hogar, sin haber encontrado el felino, s...