¿Fin?

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El tiempo que paso en esa comisaria, era incierto y confuso, hasta el punto que ya ni sabía que fecha era o cuanto tiempo paso desde aquel día. ¿Dos días? ¿Tres? No lo podía saber. Tan solo tenía certeza de que en todo ese lapso, era eterno y que aún no acababa. 

Preguntas tratando de hallar pistas que no existían, palabras que lo incriminaran y buscando en su testimonio el mínimo rastro de culpa, todo eso... era agobiante, era la palabra correcta para describir esa situación. Al cabo de un rato, por fin decidieron dejarlo ir, al parecer ya no querían tener problemas con el, o mejor dicho con cierto periodista que escucho mencionar en una de las conversaciones de los policías. Fuera quien fuera, le estaba un poco agradecido.

Ahora, estaba afuera; avanzo 20 pasos de distancia con la compañía de Karamatsu, aunque cada vez se le volvía una persona más y más misteriosa, que no le permitía confiar en el. El llego, al pasar una hora de su reunión con Choromatsu. No tenía el valor de decir por lo menos algo de lo ocurrido, no era tan idiota como para hacerlo, pero también la culpa le iba carcomiendo lentamente.

Al paso 23, ambos se detuvieron al escuchar un pequeño grito cerca de ellos, sin embargo, antes de que Ichimatsu mirara si quiera, el abogado agarro su mano.

—Debes estar muy cansado, let's go. —Sonrió despreocupado.

No duro mucho el contacto, mas, lo suficiente como para causar que el enfermero dejara pasar ese hecho por molestia. 

—No me toques, Kusomatsu.

Siguieron su curso; a decir verdad, decidieron caminar en vez de estar entre autos y bocinas, que era la habitual a esa hora.  Estaban conscientes de que ese estrés, formaba parte de lo ultimo que deseaban en ese instante. La tranquilidad de calles silenciosas y la calidez de la luna, era una receta perfecta, aunque los edificios se encargaran de hacer ruidos molestos y arruinar su paz, porque los dos —sin decirlo— acordaron no decir una palabra de sobra. Tanto uno como el otro, inmerso en sus planes y preocupaciones, opuestas, pero que involucraba al contrario.

Ya pronto llegarían y el calor de ese departamento ya se le iba olvidando al treintañero. Bueno, su estancia fue corta y la mayor parte de esta, había dormido, no tenía mucho que extrañar ciertamente.

Tenía que llamar, y ahora no permitiría que algo lo detuviera.

—Hey, dame tu teléfono, —exigió—, quiero hacer una llamada.

Karamatsu pareció pensarlo un segundo—; si es sobre tu jefe, ya le avise y explique todo. No tienes porque preocuparte, —aseguro con ese aire de confianza, típico de el, con una pizca de dolor.

Algo no estaba bien, definitivamente no lo estaba.

—¿Por que lo hiciste? —Cambio la pregunta— mejor dicho, ¿como lo supiste?

—¿Eso es importante? —Su sonrisa se extendió en su rostro, como si eso fuera a ocultar la razón. Sin embargo, hasta el sabía que eso no bastaría para saciar la sed de verdad que su cliente presentaba—. Te llamo mientras dormías, y aproveche la ocasión para explicarle —rió— veo que sigues con el mismo trabajo.

Le lanzo una mirada desconfiada, y después se adelanto, evitando el contacto otra vez con sus ojos. Pero le siguió rápidamente, con la mirada y sus pies.

—Uhm... Falta poco, my dear love.

Para cuando ya había perdido la cuenta de sus pasos, estaba frente de la puerta del departamento, miraba detrás de el; el abogaducho aún no llegaba. «¿Por que no llega?... no me gusta estar frente la maldita puerta, parezco un ladrón», se quejo en su cabeza. Realmente estaba impaciente, y se daba a entender con el golpear de su pie en el piso.

Mi loco abogado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora