En busca de un refugio

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Julio 14 de 2008

Hermione nunca se había llevado bien con sus suegros. Jamás llegaron a intercambiar más de dos palabras durante los años que conoció y vivió con Draco, y ciertamente la muerte de éste no los iba a unir más. Pero eso no quitaba el hecho que un par de frases debían ser dichas.

Cuando ella y su marido comenzaron a salir, la relación fue abierta y pública desde el principio. No habían encontrado útil alimentar el chisme innecesario, cuando vivieron un pasado de una historia tan desgarradora y triste. Draco Malfoy, a pesar de haberse alejado de la vida pública, de salir poco, de nunca hablar con extraños y dedicarse a trabajar en lo que quedaba del negocio familiar, había sido foco de prejuicios, malos tratos, ofensas y hasta amenazas.

Habían vivido en el apartamento de Hermione durante sus años de noviazgo, pero luego pasaron a vivir a una cabaña bonita en el campo. No había gente, no había ruido, no había intrigas y sus almas pudieron sanar poco a poco. A pesar de esto, Draco nunca dejó de visitar a sus padres y nunca obligó a su esposa a acompañarlo. Él no abogaba por presionar, y cada vez que hacían el amor o la veía remangarse sus blusas, esa asquerosa cicatriz abullonada que decía "Sangre sucia", le astillaba el remordimiento como un azadón ardiente.

Habían sido muchas las razones para no acercar demasiado a su esposa a sus padres. Era una cuestión, que ahora, cuando Narcissa Malfoy y Hermione Granger-Malfoy se veían directamente, tomaba más peso y daba la razón a las circunstancias del pasado.

− ¿Té? ¿Agua? No sé qué toma, señorita.

¿Señorita? Bueno, ella ya había dejado de serlo hacía ya muchos años, pero no iba a iniciar una discusión por un término. Hermione, que estaba sentada frente a la señora Malfoy; en un pequeño salón de té que estaba oscuro a pesar que las cortinas estaban abiertas, le vio con ojos hinchados y dolor de cabeza incesante. −Así está bien, señora Malfoy. Es una visita corta. Sé que no soy bienvenida y tampoco avisé sobre mi llegada.

−Tiene usted toda la razón.

Narcissa, quien se sentaba al borde de la silla, con piernas cruzadas en los tobillos, mantenía la espalda tan recta que parecía tener una tabla pegada tras ella. Su cabello estaba firmemente recogido, tirando un poco su rostro hacia atrás. Su color aún era rubio claro, ya no tan brillante y parecía un poco deshilachado. Del esplendor aristocrático solo quedaba la intención de pretender.

−La situación por la que estamos atravesando...

−La muerte de Draco-afirmó la mujer interrumpiendo bruscamente a Hermione.

Ella gimió por dentro evitando llorar. No lo iba a decir. Si lo decía en voz alta era como dar una sentencia definitiva. Era afirmar que no volvería. No, eso no lo iba a admitir. No podría soportarlo. Al menos no ahora. −...es difícil para todos−completó su idea como si la interrupción no hubiera pasado.

−Yo diría que "difícil" es una palabra que queda un poco egoísta y corta.

Hermione mordió sus cachetes por dentro impidiendo que su boca enorme se abriera y dejara salir cualquier estupidez presa del dolor. Ella era una viuda, mientras que la mujer de enfrente era una madre sin hijo. No existía un término que definiera a Narcissa Malfoy. Su suegra ¿qué era? Su agonía no podía expresarse siquiera en sustantivos.

−Así es−afirmó frotando sus manos entre sí para darse calor y algo de valor. −Eso es lo que me trajo a este lugar. Las palabras me eluden y tenía todo un discurso preparado para decir, del cual ya no recuerdo nada. Al estar en este lugar, no puedo evitar recordar a Draco y... ¡vaya! −exclamó abrumada estirando y apretando los dedos. Se le estaban comenzado a dormir las manos. −Me tomaré un tiempo fuera−dijo por fin, riéndose de sí misma con su vista pasando de un lado para el otro. −Eso en mi mente sonó mucho menos egoísta que en voz alta.

Fuego azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora