2. Primer día de trabajo

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El día que llevé la carta de presentación a la Secretaría General Técnica de mi Consejería fue muy especial.

El edificio estaba un poco apartado del centro, pero el bus me llevaba justo delante de la puerta. La verdad es que tenía suerte hasta para eso.

Cuanto atravesé las puertas me sentí como agitada por un viento extrañamente cálido. ¡Era toda una señal de que algo grande me iba a ocurrir!

—Es la cortina de calor —explicó el guardia de seguridad, un chico fornido, alto, cuyos músculos abultaban el uniforme azul. Su sonrisa me caldeó tanto como el aire. Tenía los ojos azules, de un color como el del mar en su parte más profunda, y el pelo corto y castaño. Dos hoyuelos se le marcaban a cada lado de esa inmensa sonrisa formada por labios gruesos y sensuales.

Sin querer, me di contra los tornos que había que pasar, y que yo no sabía cómo abrir. Empujaba y no se movían, los cabrones.

—Nunca te había visto por aquí, ¿eres nueva?

Me temblaban las piernas. Nada más llegar, me encontraba con un chico agradable, aunque me estuviera dando el alto. Malditos tornos. Vaya vergüenza.

—Sí. Creo que tengo que presentarme en la tercera planta. Uf, estoy supernerviosa. No sé ni qué se hace.

—¿No te dieron el día que elegiste puesto una carta de presentación? —dijo él, con su voz profunda como el rugido de una cascada y el bramido de un león en celo.

Asentí con la cabeza y la barbilla.

—Tienes que dar tu nombre y documento de identidad en el control de acceso. Más adelante te entregarán una ficha para que puedas usar los tornos —dijo, muy amable, el guardia, mientras me señalaba con un gesto de la cara a la ventanilla donde estaba el control, a un par de metros de la entrada.

—Ajá —respondí, agradecida, pero roja como un tomate y medio.

Me dirigí hacia el control, él vino detrás, como si quisiera espiarme. Qué nervios. Qué intriga.

Le di el DNI a la chica del control.

—Natasia Blanco Verde —repitió, extrañada, como todos los que leían mi nombre, pero trató de disimularlo. Fue un momento violento—. Y vas a la consejería de Administraciones Públicas, Hacienda, Interior, Bienestar y Servicios Sociales.

—Sí, creo que se llama así —dije, hecha un puro nervio.

Ella anotó todo y por fin pude pasar. El guardia de seguridad me abrió una portezuela, que era por donde entraban y salían los visitantes, y me guiñó el ojo. Guau. La cosa prometía. Había escuchado mi nombre y no se había reído ni nada.

Ese día solo fui a Personal, y una chica de allí, Carmen, me condujo a mi servicio, el de Asuntos Generales, pero estaban todos en el café y no pude conocer más que a una tal Carmen (había muchas Cármenes en aquella Administración), que según la chica, era jefa de negociado. Me lo dijo en voz baja para no molestarla, ya que estaba echando una cabezadita. Lo cierto es que la postura para dormir era bien difícil. Con la silla reclinada, las piernas sobre la mesa, junto al pc y una manta tapándola. Me pareció que era peligroso y me extrañó que nadie le advirtiera que podría caerse hacia atrás y desnucarse. Era inaudito.

—Vuelve el lunes para empezar. Así conocerás a tu jefe de servicio, el señor Gris —dijo la chica, enigmática. Me pareció que había un tono raro en su voz, como si el señor Gris ocultara algo. Hasta se sonrió taimada y solapada.

¿Qué demonios pasaría con él?

—Es un hombre un poco especial… —añadió la chica, que a veces parecía seria y a veces se sonreía con sarcasmo.

Del Gris al Blanco - Vol. 1 (Gris casi negro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora