Un día llegó despacio para no despertarte, como de costumbre pero resulta que no estás, asustada, nerviosa llamo a papá. Solo me pedía perdón por no haberme dicho que podías llegar a tener una enfermedad morral hereditaria, corrí a casa de mis abuelos y ellos me llevaron de inmediato al hospital donde te estaban haciendo los estudios, llegué pero no me dejaron pasar. Uno de los estudios dio un resultado bien pero el otro no tanto por eso mismo lo íbamos el siguiente mes. Te dieron de alta y nos fuimos aún asustados llegamos y luego de una semana todo mejoro ya todo estaba normal.