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Te vi.

Te vi. Te pude presenciar en los gritos de celebración, en cada risa que me rodeaba y en cada sonrisa que observaba. Aun así, tu voz es la más dulce de todas, tu risa es la melodía más hermosa del mundo y tu sonrisa es el paisaje más preciado. Te vi en aquellas pocas estrellas que aparecían entre el humo y los colores, las vi y todas me hicieron recordar tus lunares, tus hoyuelos y tu brillo. Te observé en las luces de los fuegos artificiales, la felicidad de verlos y escucharles me hizo recordar a nuestros besos. Bueno, los pocos de ellos. La pirotecnia me hizo recordar como me sentía por dentro y todo lo que no demostraba por fuera, mi cabeza era un juego de luces que solo hacían desaparecer mi tristeza y hacer que todo fuera lindo, todas las luces que se encendían en mi corazón, en mi alma, me daban la felicidad regalada por vos, una felicidad que nunca había tenido. El alcohol me hacía acordar a la suave sensación de tus labios contra los míos, la firmeza de ellos y la adicción que me provocada. Te vi en todo, te sentí en todo, te recordé con cada imagen y sonido... pero no estabas ahí, y eso era lo más triste.