Capítulo 2

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Mi mamá y yo vivíamos solos en un departamento en medio de la ciudad. Ella trabajaba de profesora de literatura en un colegio de renombre, en un par de escuelas estatales y en la escuela nocturna de lunes a jueves. Si, ella trabajaba demasiado. A veces yo deseaba que deje algunos trabajos, que no estuviera trabajando más de catorce horas al día y tuviera tiempo para ella. Pero el dinero era necesario desgraciadamente. Mi padre nos había dejado a mi mamá y a mi cuando yo era un bebé. El era escritor. Antes de que yo naciera había tenido mucho éxito con un libro llamado El Hambre del Tiempo. Después de eso no tuvo más éxito y abandonó a mi mamá. Era curioso, yo no sentía ningún tipo de rencor o algo así hacia el. De hecho no podía sentir nada hacia su persona. Si, raro.
  Aún estaba en la mesa de la cocina con mi taza de café frente mío. Todavía no había dado ningún sorbo por estar embotellado en pensamientos absurdos. Miré el reloj de la cocina y maldije. Si, se me había hecho tarde (otra vez). Tomé mi mochila, mi guitarra, mis auriculares, mis llaves y empecé a correr dejando el café enfriándose sobre la mesa de mi cocina.

Sonaba la la típica música desesperante mientras bajaba apurado por el ascensor de edificio.
Llegué a la recepción y el portero me saludó mientras yo llegaba corriendo a la salida del edifico. Un hombre de unos cincuenta años aproximadamente con el cabello canoso y un tatuaje en su mano derecha.
-Hola Paul ¿otra vez tarde?- Preguntó el viejo como burlándose.
-¿Que te hace pensar eso Edgar?- Dije mientras salía corriendo. Edgar sólo se limitó a reír.
Al llegar a la calle los ruidos de la cuidad inundaron mis oídos. El día era gris, lo cual combinaba con los rostros indiferentes de las personas que caminaban apuradas por las calles hacia sus trabajos.
Mi escuela quedaba a unas manzanas de mi departamento así que caminé.
En unos diez minutos ya estaba allí. Cursaba mi último año lo cual agradecía porque yo era un marginado. Era el típico chico introvertido y callado. La presa perfecta para los chicos con enormes brazos, sonrisa perfecta, corte de cabello ridículo (pero a la moda) y una carencia de inteligencia imposible de pasar por alto.
Había llegado justo a tiempo. El timbre sonó estrepitosamente y los alumnos se empezaron a dirigir a sus respectivas clases con sus rostros reflejando ganas de querer morir.
Antes de dirigirme hacia el salón de clases fui a la sala de música y dejé mi guitarra, como lo hacía siempre. Al salir tropecé con algo y caí al suelo. Un par de risas sonaron con exageración mientras yo me levantaba.
-Hola Paul.- Dijeron al unísono los gemelos Nico y Bruce. Un par de chicos con una corpulencia que rozaba lo anormal. Tenían rapado los costados de la cabeza y llevaban un jopo espeluznante. La cereza del postre eran los piercings en sus cejas. 
Cuando me puse de pie noté que frente mío estaba sólo uno de los odiosos gemelos, Nico ¿A dónde había ido el otro? Entonces escuché el sonido de el estuche de mi guitarra abriéndose en la sala de música. Sin dudar entré hecho una furia a toda velocidad. Ahí estaba Bruce sosteniendo mi guitarra con sus enormes manos de gorila.
-¿Es tuya Paul?- Preguntó riendo de manera estúpida.
Empezó a tocar las clavijas y fingía que tocaba haciendo muecas raras. Su hermano, quién estaba en la puerta de la sala, lo aplaudía.
-Dámela Bruce, ahora.- Dije a punto de estallar.
-Sabes que no me apetece hacerlo.-
-Te lo advierto.- Dije en tono desafiante a pesar de que usar la violencia contra ese cavernícola era algo totalmente irracional.
Entonces me acerqué hacia él y me planté, muerto de miedo.
-¿Quieres pelear enano?- Me dijo dejando mi guitarra bruscamente en su estuche. Eso había sido el colmo. A partir de ese momento la ira se apoderó totalmente de mi. Corrí hacia Bruce.
-¡Vamos Bruce, haz mierda a ese puto!- Gritaba Nico desde la puerta.
Bruce me empujó con tal fuerza que caí a dos metros de donde estaba. Él se acercó a mí mientras yo estaba tendido en el suelo. Cuando estuvo frente a mi le encajé una patada en el rostro, ¡crack!
-¡Aaaaaah! ¡Maldito hijo de puta!- Gritaba Bruce mientras se tapaba la cara y se retorcía de dolor en el suelo.
Mi corazón latía a mil por hora. Estaba muy asustado, la adrenalina recorría mi cuerpo ¿Que acaba de hacer?
-¡Estas jodido enano!- Dijo Nico lleno de enojo mientras se disponía a terminar lo que su hermano había empezado.
Una mano se posó en el hombro del gigantesco chico. Nico se sobresaltó.
-Ese no es un vocabulario adecuado señor Grace.- El director de la escuela estaba parado en la puerta contemplando la sangre que había en el piso de la sala de música. Bruce aún se tapaba la cara y gemía del dolor.
-¿Serían los tres tan amables de acompañarme a mi oficina señores? Tenemos que hablar.- Dijo con tono tranquilo y frío.

 

 
 
 

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