Abbey subió a su coche, y se dirigió a su casa mientras tarareaba la canción de ‘Just The Way You Are’ de Bruno Mars al compás con la radio.
Llegó después de diez minutos. Su hogar no sé encontraba lejos del instituto, ya que cuando era más pequeña iba andando con Sussie al colegio.
-Buenos días-saludó cerrando la puerta y colgaba su abrigo en el perchero.
-Buenos días, ¿Qué tal el día, princesa?-preguntó el señor Thompson a su hija.
Hoy sus padres andaban muy cariñosos, bueno, más de lo de costumbre.
Hacía más de un año que no oía la palabra ‘princesa’ en los labios de su padre, y la verdad, echaba de menos aquellos tiempos en los que no tenía que ir a ninguna cena de negocios y se quedaba en casa junto a su madre para ver películas Disney.
-Pues bien, nada fuera de lo normal-contestó ella con un buen humor que había estado ausente en todo el día.
Comieron con una conversación más larga de lo normal, y eso a Abbey le gustó. Comer en silencio jamás le gustó, y ahora básicamente siempre comían en silencio, pero, hoy por una razón desconocida habían tenido una larga conversación a la hora de la comida.
Terminaron de comer y Abbey junto a su madre recogieron la mesa, mientras su padre se dirigía al salón a hacer una llamada de confirmación para asistir a una cena.
-Y dime hija, ¿alguna cita para hoy?-preguntó la señora Thompson, con un tono pícaro hacía su hija.
-Mamá, sabes que no me gusta hablar de esto- contestó Abbey algo roja por la pregunta de su madre.
Terminó de recoger la mesa sin hacer caso a los comentarios de su madre sobre su vida amorosa.
Abbey odiaba hablar sobre su vida amorosa, y mucho más hablarla con su madre, ¿Tan difícil era de entender? No es que fuera una fracasada en temas de amor. Es que no le gustaba hablar sobre el tema.
Abbey había tenido tres novios, y todos ellos diferentes.
El primero fue su mejor amigo de la infancia, Liam. Quién la había declarada su ‘amor’ cuando tenían 11 años. Aunque a esa edad no entendían muy bien eso de tener novio, pero él aseguraba quererla como nunca quiso a nadie. Con el tiempo se dieron cuenta de que no se querían, que simplemente se habían tomado cariño y afecto por ser amigos desde los cinco años.
Su segundo novio fue Christian, un chico bastante guapo, que habían durado 5 meses juntos.
Se conocieron en la fiesta de 15 años de Abbey que su padre le había hecho. Christian era hijo de uno de los socios de su padre por lo que su relación más bien era condicionada. Sí se querían, pero como amigos.
Y su tercer novio fue el peor. Se habían conocido tres meses antes de que Abbey cumpliera los 18 y al mes ya eran novios. Según él, ella había sido su ‘ángel’ que la salvó de esta vida, y era verdad, ella había sido su ángel, pero junto a una chica más. Había quedado destrozada al enterarse de que su ‘novio’ le había engañado y su único apoyo era Sussie, ya que si se lo contaba a su madre, ella habría montado un drama.
Su vida amorosa no había sido un éxito, pero tampoco se podía quejar. Sussie había tenido una peor.
La tarde acabó y Abbey estaba más cansada que de lo normal, había estada bailando por toda su habitación mientras la recogía, y eso le había agotado todas las fuerzas.
Así que se acostó en la cama nada más terminar de cenar.
Mañana sería un gran día.
[…]
El despertador sonó como cada mañana y Abbey se levantó de golpe por el susto que el aparato le había ocasionado.
Salió de la cama y dio un leve bostezo, se dirigió al baño a realizar sus necesidades matutinas de cada mañana esta mañana estaba algo fría por lo que decidió no ducharse. Así que sin más, bajó a la cocina encontrándose con una nota de sus padres.
“Princesa, tu madre y yo hemos tenido que salir a la impresa por unos imprevistos que han surgido. Volveremos tarde.
Besos, papá”-leyó en voz alta.
Genial, hoy tendría la casa para ella sola. No penséis que es de esas que cada oportunidad que tiene hace una fiesta, ella es más de quedarse en casa leyendo o ir a dar una vuelta con su mejor amiga.
Abbey se sentó en unos de los taburetes que había por la cocina y se quedó mirando a un punto fijo pensando en la flojera que le daba prepararse el desayuno. Varios minutos después, decidió pasar por alguna cafetería antes de asistir a clases.
Sin dudarlo, subió a su habitación y se puso el uniforme, ya que si no lo llevaba lo más probable es que el director la expulsara.
Cerró la puerta con llave cuando salió y se monto en su coche.
Cada vez que pasaba por alguna calle con cafeterías, desde el coche, miraba si había mucha gente. Cuando encontró una que no tenía mucha gente aparcó el coche y se introdujo en aquel local que le parecía muy acogedor.
Se sentó en una mesa próxima a la puerta y esperó a que alguien le atendiera.
-Hola, buenos días, ¿Qué desea ordenar?-preguntó una voz a sus espaldas. Giró un poco su cabeza y vio a un chico bastante atractivo, que le pareció familiar.
-Un café con leche, por favor-le sonrió con amabilidad. Él chico no paraba de mirarle de una forma extraña, y eso a ella le incomodaba.
-¿Nos conocemos?-preguntó el muchacho algo confundido, le parecía conocida.
-Em… no, que yo sepa-contestó Abbey algo más confusa.
Y de repente, Abbey recordó la pelea con Melody y recordó al chico que estaba a su lado. ¡Él era la nueva presa de Melody!
-¡Ya me acuerdo de ti! ¡Eres la nueva presa de Melody!-exclamó feliz mientras se aplaudía mentalmente por haberse acordado.
-¿Presa? No, no, te equivocas. Yo no soy ninguna presa de nadie, y mucho menos de Melody-aclaró.
-Yo llamo presas a todos los chicos o “novios” que están con ella. Porque de una forma u otra, ella siempre hace lo que quiere con vosotros-contesto Abbey.
-Haber, que quede claro, yo no soy, ni seré, la presa de nadie. En todo caso ella será mi presa-finalizó la conversación.
Después de esta pequeña charla con el chico sin nombre, me trajeron mi café que me tomé en cinco minutos y luego volví hacía mi coche para poder asistir a clases.