xxviii. death eater

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Acomoda el último plato de la mesa y se queda un momento admirando su trabajo. De repente decidió invitar a cenar a sus hermanos, Perseus y Herácles, junto a ellos. Ambos aceptaron gustosos, pero Lucinda no vendría ya que saldrá tarde de su empleo como medimaga en San Mungo.

Eso no detuvo la alegría de Hera, aunque se sintió triste por no ver a su querida amiga. En la sala se escucharon voces, haciendo que la pelirroja vaya a la habitacion casi volando. Ahí estaban los tres hombres más importantes de su vida.

— ¡Chicos! — exclama con euforia la joven muchacha y abraza a sus hermanos de manera grupal.

Ellos le corresponden el abrazo porque es su hermana, y una ex-Hufflepuff tierna. Se separan y la chica va hacia a su marido que este en vez de un abrazo le da un beso en la mejilla. La única vez que se han besado en los labios ha sido el día de su boda.

— Bueno — dice Hera al separarse de Regulus — Espero que estén hambrientos porque hice de cenar para los cuatro —

— ¿Cocinaste? — preguntan ansiosos los Ragnor a lo que ella asiente.

— Deberías de probar sus comidas son las más deliciosas de la vida — le dice el rubio al Black mientras se dirigían al comedor.

— Es una diosa con los alimentos — continúa el mellizo — Siempre que podía en las vacaciones, ella hacía los postres y son un manjar que estarías en el cielo mismo —

— Exageran — es lo que suelta la pelirroja con una sonrisa.

Los cuatro toman asiento en la mesa y mágicamente aparecen los platillos que Hera hizo por la tarde con esfuerzo. Ya los hombres empiezan a agarrar de cada platillo.

En el transcurso de la cena, la joven Ragnor les preguntó a sus hermanos sobre el trabajo en la empresa familiar y cosas así hasta que siente un peso en su muslo recordando el collar que se encontró hace rato.

Pasa una mano a su bolsillo y lo saca mostrándoselo a Regulus, quien está frente a ella.

— Lo encontré en tu habitación — habla tranquilamente.

— ¿Por qué lo tienes? — pregunto Herácles al chico con una voz autoritaria bajando lentamente el tenedor.

Él me lo dio — le dice Arct con seguridad.

Solo los mellizos no entendían ni me día palabra de lo que ambos hablaban y porque se mostraron así cuando la chica saco el guardapelo.

— ¿Qué es lo que sucede? — interviene la pelirroja.

— Te juro que no quería ocultártelo, pero no encontraba la forma de revelártelo sin que me miraras mal — exclama con sinceridad el pelinegro.

— Somos mortifagos Hera — dice el rubio con un suspiro de tristeza.

Esa revelación va hacia el corazón de Hera. No se lo esperaba, no se esperaba que su hermano y esposo fueran seguidores del Que no debe ser nombrado.

— Yo... Yo... — tartamudea la ex-Hufflepuf pero sin más se levanta de la mesa y sale corriendo del comedor.

Perseus se levanta mirando a los dos hombres de manera indignada.

— No sé cuáles sean sus razones, pero lo que hacen está mal — les dice — No diré nada a nadie porque son familia y la familia no se traiciona, pero cuídense. Ese fulano es un loco de remate. Me iré a casa, antes iré a ver a Hera, y Black no vayas hacer algo loco con es cosa — apunta al guardapelo en la mesa de caoba — Me da mala espina — y con ello se retira en busca de su melliza.

Con los dos hombres tristes ante la reacción de la muchacha pelirroja.

sober | maraudersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora