CAPÍTULO UNO

111 11 1
                                    

De nuevo, como era todos los días, sonó esa ruidosa alarma

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

De nuevo, como era todos los días, sonó esa ruidosa alarma. Estaba pensando seriamente en tirarla.
Me desperté.
—¿Cómo es que sigo conservando esta alarma? —Me dije a mí mismo.
Levante todo mi cuerpo hasta lograr quedar sentado en el borde de la cama, me froté los ojos. Levanté mis brazos para estirarme. Me estiré tan fuerte que juraría que casi me partía en dos. Al estirarme caí a la cama, mirando al techo, pareció una eternidad, pero solo fueron diez segundos. Volví a levantar mi cuerpo. No me había dado cuenta que la alarma seguía sonando así que me levanté a apagarla.
Dejé caer mi dedo de en medio en ese horroroso botón encima de aquel aparato que marcaba las 4:45 am. ,y ese agudo sonido paró en seco. Sentí un hermoso alivio en mis oídos, como si estuvieran recibiendo un satisfactorio masaje.
Me di cuenta que tenía los ojos cerrados al disfrutar del pequeño masaje, los abrí y también me di cuenta que seguía parado en frente de la alarma, pero mirando arriba, en ese nuevo calendario de 2000, ya estaba tachado el 19 de Octubre, así que tomé un marcador y taché el día 20. Me esmeré haciendo esa pequeña tacha con líneas perfectamente rectas. Quedó muy bien.
Ya era un nuevo día, Sábado 21 de Octubre (marcaba el calendario).
Entonces volví al mundo y opté por comenzar a vestirme, así que caminé rápido (casi corriendo) al cajón donde guardo mi ropa de trabajo.
Me puse una camisa arrugada de cuadros, un pantalón de mezclilla azul (igual de arrugado), me puse doble calcetín, porque a largo plazo esas botas causan un horrible dolor y aún no me acostumbraba. Y entonces me dirigí a la esquina del cuarto donde estaban las botas, con las suelas llenas de lodo o excremento de vaca seco: no estaba seguro, pero me las puse de un jalón rápidamente. Y entonces, por el olor, supe qué era lo que tenían en la suela.
Salí del cuarto, un poco tranquilo ya. Fui a la cocina, tomé un plato hondo de la alacena y me serví un poco de cereal. Cereal solamente. Nunca me cayó bien la leche, de ningún tipo. Un plátano y un jugo de naranja, fueron los complementos. Desayuné rápido, tomé un gran vaso de agua al acabar y salí de la casa. Era un desayuno extremadamente ligero, pero venía muy bien, ya que más tarde podía comer otra cosa.
Al estar cerrando con llave la puerta de entrada, recordé que había olvidado unas monedas que dejé en un cajón, así que volví a abrir, entré a mi cuarto y abrí el cajón, no encontraba las monedas, entonces decidí meter más la mano en el sin fin de cosas que tenía el cajón. Toqué un papel, creí que era un billete, por eso lo saque rápidamente. Era el dibujo, ese dibujo que hice de niño, el dibujo de mis padres muertos. Una extraña sensación recorrió mi cuerpo. Pero no paré de buscar hasta encontrar las monedas. Las guardé en mi bolsillo y salí de la casa.
Cuando cerré la puerta, pude darme cuenta que la cerraba mientras tenía el dibujo con las llaves en la mano. Me daba pereza abrir de vuelta la puerta solo para meter ese viejo papel. Nunca fui un chico perezoso, pero vamos, era solo un papel, o eso creía,
Ya eran las 5:10 am. Me encontraba caminando por mi calle, tenía que estar en la granja 5:40, así que no había problema. Mientras caminaba, me concentraba en el sonido de mis pasos. Iban a un ritmo considerablemente agradable. Las luces apagadas de las casas, me hacían imaginar a la gente durmiendo. Tranquilas, sin ninguna preocupación. Siempre he envidiado eso.
Un amigo mío, mi mejor amigo, pasaba por mí 5:15 todos los días. El tenía una camioneta, no era la mejor pero funcionaba bien. Venía muy bien con el trabajo. Tenía una caja larga, que en ocasiones, la usábamos para transportar el alimento de animal. A veces prefería irme atrás para sentir el choque del viento en mi rostro. Es una sensación muy especial. Pero ese día, el frío congelaba hasta los lugares más ocultos de mi cuerpo. Lo esperaba en la esquina de la calle cuando finalmente pasó por mí, no pude evitar sentir cierta ternura cuando lo vi, con una enorme y estúpida sonrisa. El chico abrió su ventanilla.
—¡Hola Dawson! ¿Listo para trabajar? —Dijo con entusiasmo.
—Hola Jesús. ¡Uf! Ni me lo digas, cargó con una flojera que no la aguanta ni un burro.— Dije en respuesta.
Hacemos bromas cada rato, así que mostró otra sonrisa, aún más estúpida. Aunque me sentí un poco inmaduro pronunciando esas palabras.
—Pues será mejor que la aguantes, porque hoy nos espera un lago día. Y bueno, ¿Estás esperando a que te abra la puerta? Sube ya, Daws. —Hizo una seña con su mano, indicándome que subiera. Se notaba algo desesperado, pero quería seguir molestándolo.
—Ábreme la puerta, sería lindo de tu parte — Con una cara que la cubría una enorme sonrisa, dije aquello.
—¡Ya sube, marica! —Dijo riendo.
Subí finalmente a la camioneta y Jesús aceleró. La camioneta dio el tirón y la fuerza me pegó al asiento. En serio estimo a este tipo, todos los recuerdos de mi infancia lo incluyen. Cuando era pequeño, su familia me acogió. Solía llamar a sus padres como "Tíos", ellos me dieron todo hasta que cumplí los 15 años. Ellos me habías dado mucho cuando no tenían ninguna responsabilidad de hacerlo, es por eso que decidí tomar mi propio rumbo, tomé un trabajo y renté una vivienda. Con el sueño de que algún día pueda pagarles todo. Desde entonces vivo en esa pequeña casa. Ha sido muy buena compañera. Pragia es un lugar donde la tranquilidad es abundante, por eso, cuando tengo tiempo de tranquilizarme, lo hago muy fácil. Mis días consistían en trabajo y descanso. Llevaba una aburrida vida, rutinaria, casi no había nada que hacer en Pragia, La gente solo sale a comprar alimentos, nunca se ve a niños jugando y es raro que se cometan robos o cualquier clase de crímenes. Aveces organizan fiestas en la cuadra o cualquier tipo de eventos. El único punto es que nunca voy. Me queda muy poco tiempo libre, y ese tiempo solo lo utilizo para comer y dormir. No queda para más.
El camino para llegar al trabajo siempre es de 15 minutos. Jesús maneja a 70 km/h, porque el camino siempre está completamente solo. Poca gente sale a trabajar a esa hora.
—¿Qué piensas?— Me pregunta Jesús, tras un largo rato de no hablarle.
—En la joda que nos va a poner el señor Fernández. —Bromeaba. No hablaba porque me estaba quedando dormido.
—Mejor piensa que hoy es quincena. —Lo dijo con un tono tan satisfactorio.
"Quincena", me enamoraba de esa palabra cada 14 días.
Llevaba tiempo ahorrando. Planeaba poner mi propio negocio de helados. Ni siquiera sé cómo hacerlos, pero era lo primero que me venía a la mente con la palabra "negocio".

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 30, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

SERVAGNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora