Capitulo dos: El castigo.

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-Ahí están mis pequeñas diablillas- dijo el director Rosewood. Emi y yo estábamos saliendo del aula con las mochilas puestas, para irnos a nuestra casa. Hasta que el estimado director nos agarro por el cierre de la mochila, obligadas a darnos la vuelta.-Las dos a mi oficina ¡ahora!

Intercambiamos miradas. Confusas nos dirigimos por el pasillo, detrás de él, a su oficina.

Entramos por la puerta de madera. La habitación solo tenía un escritorio negro, o eso parecía, porque estaba lleno de papeles, lápices y una pequeña computadora. Las paredes eran de color amarillo oscuro, con manchas de humedad. Y en frente del escritorio había dos sillas.

-Siéntense.-nos ordenó. Le obedecimos. Se sostuvo el tabique de la nariz, caminando de un lado a otro.

-Pero nosotras…- trate de decir, pero me interrumpió un suspiro, más parecido a un gruñido, salido directo de la boca del director.

-Ustedes, ustedes saben muy bien porque están aquí.- se detuvo y nos miro atravez de sus redondos y ridículos anteojos.-Mejor déjenme mostrárselos yo mismo.-se sentó en el escritorio y giro la computadora para que podamos ver.

Y ahí estábamos. Un video de Emily y yo en el baño. Las dos con latas de espray pintando las puertas y paredes.

Todo fue hace un mes, cuando el director anunció que las clases de arte se reducirán a dos años. Lo que significa que este era el último año de arte, y es mi única clase favorita.

Y en respuesta a eso decidimos manifestar nuestras opiniones, pintando con aerosol las paredes del baño de mujeres. El baño quedó todo escrito con rojo, y un dibujo del director, que no le causo mucha gracia.

Nadie sospecho de nosotras, pero al parecer hay cámaras de seguridad en el baño. No sabía que eso era posible.

Esto es malo, muy malo.

Nos quedamos en silencio, con una pequeña sonrisa en el rostro. No teníamos excusa.

-oh, les parece gracioso. Las dos, por el resto del semestre, serán las consejeras del curso.

Oh no, consejeras de curso, ¿en serio?

Ser consejera de curso implicaba quedarse horas extras en el colegio, respondiendo cartas de alumnos que necesiten ayuda. Era de lo más aburrido y difícil, ni siquiera sabía que seguía existiendo.

La dos nos miramos boquiabiertas.

-¿no podemos limpiar el baño y ya?-sugerí.

Se acerco y cruzo sus dedos -Me temo, señorita Blacke, que ese trabajo ya está destinado a Rafael.-Dijo con voz amenazante. Rafael es el hombre que limpia. –Fuera de aquí.

Nos levantamos sin decir palabra alguna.

-¡Comienzan el Lunes!

Odio los lunes.

***

Cerré la puerta de mi casa.

Brus vino directo a saludarme, refregándose en mis tobillos.

-Hola mi amor, ¿Quién es un hermoso gatito? ¿Quién es un hermoso gatito?, tu, tu.-le dije acariciándolo mientras ronroneaba en mis pies.- ¡Hola mamá!-grité.

No contesto. Deje la mochila en el piso. Se escucharon pasos bajando la escalera.

-Liliana Blacke ¡¿Qué miércoles significa esto?!-me gritó. Tenía una hoja en la mano. Seguro que ya se entero.

Agarre la hoja y la leí. Si, le enviaron una carta.

Esto se vuelve aun peor.

-¡¿Qué creías que estabas haciendo?! Pintar el baño, ¿te parece? Ahora tu padre y yo debemos pagar el arreglo, todo por culpa de ti y tus estupideces.

-Solo queríamos defender lo que nos parecía importante. Tu misma lo dijiste.

-Sí, ¡pero esta no es la manera!-dijo agitando el papel. Se me quedo mirando.-Castigada. No saldrás de casa por un mes, ni hablaras con Emiliana.

-Pero…

-Sin peros.

Se marchó. Me cruce de brazos mientras Brus seguía refregándose en mis pies.

Esto no podía ser peor. Primero la prueba de matemática, segundo consejeras de curso y ahora esto.

Amores y castigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora