El sol que da vida al mundo.

136 16 5
                                    

En una noche fría de Enero, mientras caminaba con las manos en los bolsillos de mi abrigo, observaba a la gente que andaba por la calle. Y me preguntaba si disfrutaban del clima; que amenazaba con congelar nuestras almas. Me preguntaba si les gustaba beber café o té, o si preferían el vino. Y detuve mi mirada en las estrellas, porque las estrellas no podían ser simplemente hermosas. Recordé mi niñez y a esos pequeños puntos luminosos que habitaban el cielo por la noche y aún a pesar de haber demasiados, se hacían únicas entre ellas.


La temperatura iba bajando conforme anochecía. La gente se ocultaba en sus casas y yo me detuve a disfrutar la calidez del frío que ardía en mis mejillas. Me senté en una banca, con ambas manos en los bolsillos de mi pantalón contemplando el silencio y la soledad. Sin prevenir la presencia de alguien más sentándose a mi lado.


—Hace una hermosa noche, ¿verdad? —escuché su voz a mi izquierda, al otro extremo de la banca y giré mi vista hasta ahí, donde apenas pude ver su perfil.


—Así es —dije observándolo con curiosidad.


— ¿Tienes un cigarrillo? —me preguntó suavemente y volteó a verme.—Yo no fumo...


—Entonces, qué tal un dulce, ah.


Tardé un momento para salir del trance de su rostro, de la hermosa sonrisa que me había mostrado y de mi bolsillo derecho saqué la caja de mis dulces favoritos y se la ofrecí. Él sacó uno y lo puso entre sus labios y no pude evitar fijar mi atención a su forma tan fina y suave. Miró hacia el cielo y una poderosa ansia me invadió de encontrarme con sus ojos de nuevo. Entonces miré al frente, a esos árboles que se agitaban suavemente a causa del viento, sonriendo divertido por el recuerdo de su sonrisa.


—Una vida sencilla con el pensamiento volando a gran altura, ¿eh? —Rió un poco y bajó la mirada, como si temiera el fulgor de mis ojos al verlo. Y yo sonreí, pues aquellos ojos eran igual de hermosos que todos los ojos que pude haber conocido—. Puedes decirme YoonGi, ¿Cómo puedo llamarte?


—Tae...TaeHyung—dije despacio, cautivado por su presencia, reconociendo sus palabras en mi cerebro adormecido.


—Es un gusto Tae. Ahora que ya tenemos un poco más de confianza, ¿qué hace un hombre solitario a esta hora?— Me miró de nuevo por más tiempo, y cuando lo hizo, me di cuenta que él no era de este planeta.


—Contemplando las piezas perdidas de una vida, que se unen en mí como un recuerdo distante y borroso de la niñez, YoonGi —su nombre se sentía tan suave en mi boca, en mi voz, que quise repetirlo muchas veces seguidas. Aún a pesar de no conocerlo, podía ofrecer solo con su presencia el encanto de estar en grata compañía, de los celos de la soledad, del placer de oír su voz llamándome y de todas las dulzuras del trato humano que hacen que la vida merezca ser amada y melodiosa.


— Entonces, ¿Qué me puedes contar de tu niñez, Tae?Callé por unos instantes, sintiendo en el aire la curiosidad de YoonGi, que me hizo reflexionar como pude haber cambiado desde entonces, sin percibirlo y a veces, siendo consciente de ello. Recordé aquella niñez amarga y solitaria, en la que envidiaba a los jóvenes con una vida que yo consideraba mejor que la mía, y el momento en que comprendí que los objetos materiales que ellos tenían, no significaban nada para mí, porque yo tenía algo mejor, o eso me gustaba creer.


—En realidad YoonGi, desde mi niñez he venido cargando conmigo un gran peso, del que no puedo liberarme porque no se distinguir cuál es. No sé si será soledad.. O el temor a lo que no conozco, lo raro de mi existencia...


— ¿Soledad, dices? Creo que la soledad te permite conocerte a ti mismo, a reflexionar, justo como tú lo hacías antes de que llegara.Permanecí en silencio, debía pensar bien las palabras que estaba por atreverme a decir.


—Puedo decir que mi vida cambió un poco cuando llegaste, no recuerdo que nadie antes se haya detenido a escucharme como tú ahora. —Volteé a verlo. Tenía un hermoso perfil iluminado por la suave luz de la noche fría, YoonGi era muy hermoso y se dejó mirar.


—Eso me alegra Tae, me alegra mucho —dijo suavemente sin moverse, pues sabía que ese ángulo le embellecía. Suspiré.


—Pasa que disfruto de estar solo, porque las personas son egoístas y muy poco confiables, así que evito relacionarme con ellos, para no decepcionarme de nadie nunca, más que de mí mismo.


—Me lástima que digas eso Tae, porque no creo que estés tan solo...


—Tal vez sí...


—Entonces éste es un buen momento. Vamos, dime todo lo que quieras —sentí como se acercaba más a mi lado. Su rostro estaba cerca del mío y podía respirar su aire. Me hubiese gustado tener el tiempo en mi bolsillo, lo habría detenido para besarlo cada vez que parpadeara y contemplar el brillo de sus ojos. Percibí su aroma fresco, y su aliento se impregnó en cada poro de mi piel, reviviendo mi alma solitaria que pudo conocer su esencia, más allá del deseo.


 Porque incluso él era capaz de iluminar el cielo más oscuro.

— ¿Eres acaso como un sol? Que viene a salvar a la humanidad de la monotonía de la vida... —dije viendo el rebote de su risa en mis ojos, reflejado en los suyos.


—Podría serlo para ti, Tae —tomó mi mano entre las suyas, que emanaban una calidez que pensé, que si guardaba esa sensación y la revivía a voluntad, jamás volvería a pasar frío.


—Está bien. —Él sonrió y sentí la caricia de sus dedos con los míos.


Así se nos fue la noche, alimentándonos de nuestro silencio y risas discretas que emitíamos cada vez que se me ocurría decir algo acerca de su parentesco con el sol, pues el frío ahora ya no importaba. Hasta que acaricié su piel y sus poros me respondieron, estremeciéndose. Y recuerdo que sí era amor, pues el amor existe opacando el frío en una banca, en medio de la noche junto a dos enamorados de la soledad, del momento y del presente, que había aguardado para ese día. Y con nuestros ojos fundidos, sintiéndonos temblorosos y firmes a la vez, al fin sus labios tocaron los míos.


—Cásate conmigo, YoonGi... —dije cuando nos separamos para respirar.


—No. —respondió y reí. Lo atraje de nuevo, pues con su saliva en mi boca, la noche se hacía de día y nos bañaba sutilmente con sus rayos tibios.


Ese fue el comienzo de una vida. TaeHyung y YoonGi, que vivían de luz solar y barras de chocolate.


"¿Quieres que te cuente un pequeño secreto, Tae? Yo no soy el sol, ese eres tú. Siento que, cada vez que sonríes es como si nacieran nuevas estrellas y que con tu risa las soplaras para que se instalen en el cielo."


"Las haré llegar hasta ti, para que adornen todo tu esplendor."


"Y con ellas haré un cielo estrellado para ambos, y que nuestro amor sea la energía que las permita vivir por siempre."

El sol que da vida al mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora