Lo que fue ayer... Y jamas será.

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La noche y el bosque eran los testigos, los únicos que podían ver el sufrimiento de aquel castaño, los sollozos y las lágrimas incontenibles producto de la culpa que lo carcomia desde aquel día...

El día en el que mató al amor de su vida.

Hashirama jamás tuvo que tomar una decisión tan difícil, jamás... ¿La vida de miles y su sueño o el amor de su vida?

¡Oh Hashirama Senju! El dios shinobi, aquel que trajo la paz en esos tiempos, símbolo de la nobleza, capaz de dar su vida por la aldea donde miles vivían... ¿Acaso era tan difícil decidir entre un desgraciado Uchiha y su sueño de toda la vida?, ¿Entre aquel sucio asesino y la vida de los inocentes? Si lo era, porque para el Madara valía lo mismo que toda la aldea... Madara valía más que su propia vida... Aún así, por más que quiso su moral ganó... Hashirama no pudo ser egoísta, no pudo ser injusto... Tuvo que decidirlo y así fue como el mismo se lo arrebato de las manos. Si pudiera decir cómo se sintió sería como si arrancarán su corazón de la manera más brutal, era como una herida abierta, sería su eterna penitencia, ardía y dolía... Era el dolor de quien no pudo proteger lo que más amo...

Nadie comprendía eso, lo llamaban héroe y salvador, ellos no sabían que se despreciaba por haberlo matado... El no tenía la culpa.

Madara era una víctima del disparatado mundo en el que vivió y aún seguía siendolo, lo dio todo pero aún así no fue suficiente, tenía honor y defectos, era más humano que cualquier otro, amaba más que cualquier otro, se esforzaba tanto como cualquier otro... Aún así y a pesar de todo nadie jamás lo vió, nadie jamás valoro aquello, nadie jamás quiso comprender su dolor. Porque solo se centraron en verlo como un asesino, como un sanguinario, el despreciable hombre que arrancó los ojos de su hermano, el egoísta que deseaba matar a quienes se pusieran en su camino, sádico y frío, malo y perverso, merecedor de la más cruel muertes. Su deceso sería un beneficio para todos... Madara Uchiha solo merecía pudrirse en el infierno.
Sin embargo, Hashirama comprendía... Lo comprendía tanto que dolía... Dolía mucho... Dolía tanto... Si el fuera Madara y hubiese tenido que soportar todo ese dolor... Realmente jamás hubiera podido... Por eso amaba y admiraba al azabache... Por eso mismo le costó tanto decidir... Por eso mismo dolió tanto enterrar aquella katana en el pecho de su amado... Por eso jamás podría superarlo...

Las lágrimas del castaño caían sobre la lápida en medio del bosque, dentro de un árbol hueco lleno de flores y bañado por la luz de la luna. Aquel lugar tan hermoso y solitario... Era como Madara.

Ahí frente a esa piedra inmaculada, grabada con el nombre del dueño de su corazón, las lágrimas caían sin reparo, sus manos se aferraban al pasto debajo de él y sus lamentos escuchados por la obscuridad de la noche.

"Oh Madara... Te extraño tanto... Me siento tan mal... Te necesito... Madara... Sé que lo que te hice no tiene perdón... Pero... Pero no podía dejarte... En serio... No podía permitirlo..."

La mano del castaño ahora estaba posada sobre la lápida, paseándose por ésta con tanta delicadeza que sería confundida con una caricia para su amante. Un suspiro largo salió de sus labios para después seguir con voz temblorosa.

"Sufriste tanto... Eras bueno... No fue tu culpa, cariño... Lo sé... Tan dura fue contigo la vida robandote todo lo importante para ti... Sé que te sentías solo... A pesar de tenerme... Sé que te dolía cuando te miraban... Sé que estabas muy lastimado por el odio... Jamás te culpare por haberme dejado... Así como jamás dejaré de amarte Madara Uchiha... Tú fuiste mi hermoso ayer..."

La voz mezclada con el llanto, demostraban el dolor y el arrepentimiento. Nadie pensaría que el héroe del mundo shinobi, Hashirama Senju se sentiría tan mal por matar... A quien fue su ayer...

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Muerto.

Así lo creían y así se sentía...

Después de todo lo dejo, ¿O no? Claro que no, el jamás dejaría a Hashirama… Jamás.

Sabía que le había causado mucho dolor al orillarlo a tal punto, pero lo necesitaban en este mundo, porque todos confiaban y se apoyaban en el, por ello su amado era necesario.

No tenía intención de seguir causando dolor… El ya no quería, a decir verdad nunca lo quiso aún así siempre parecía que era su intención causar dolor ajeno. Pero estaba bien, este mundo así era… Estaba lleno de dolor y de odio. El terminaría con esa cadena, todo el dolor del mundo lo cargaría y haría un mundo mejor… El crearía la paz… La auténtica paz.

Aunque tuviera que destruir este mundo y los sueños que ahí habitarán... El mundo necesitaba ser purificado, todos estaban mal... Nadie se daba cuenta...

¿Por qué si alguien ganaba alguien mas perdía?
¿Por qué si alguien amaba tenía que odiar después?
¿¡Por qué nadie era capaz de comprender el dolor de sus hermanos!?
Ese era el mundo en el que vivía, el mismo que lo orilló a ser lo que ahora es... Ahora comprendía que estaba bien, después de todo el rompería esa absurda realidad y les daría a todos la paz que necesitaban... En el sueño que abarcaría a todo mundo y que haría posible todo lo que sus corazones anhelaran.

Era una idea que parecía lejana, no lo iba a negar... Pero valdría la pena porque nadie tendría que sufrir de nuevo, solo habría ganadores, solo habría amor y todos estarían conectados... Sin dolor y sin guerra, sin pérdida y sin pena. El lo lograría.

Porque no dejo su vida pasada para fracasar, no abandonó a la única persona que lo entendía y amaba... No... Claro que no, el solo estaba poniendo las semillas para un nuevo mundo... Un mundo mejor.

Esos eran los pensamientos del azabache, ahí solo con el pecho perforado, curando sus heridas... Aún dolía y no solo físicamente, dejar a Hashirama fue de las cosas más dolorosas que pudo hacer... Pero lo iba a recuperar, lo juraba o si no dejaría de ser Uchiha Madara. Tal vez en este mundo no pero en el mundo que el iba a crear el y Hashirama finalmente podrían estar juntos... Era un juramento.

Zetsu... La encarnación de su voluntad... Le mandaba las imágenes de su amado llorando sobre su lápida... Una punzada en el pecho y unas lágrimas en su rostro solo lo hacían convencerse más de que tomo una decisión correcta.

"Hashirama... Eres tan bueno... Este mundo no te merece, cariño... Aún así... Está bien... Nos veremos de nuevo lo prometo... Secare tus lágrimas todas y cada una... Te besaré tal y como lo hice ayer... Fuiste de lo mejor en mi vida... Por eso tuve que dejarte ir... Eras tanta luz... Tenía miedo a mancharte con mi obscuridad... Por eso en el nuevo mundo, yo ya no estaré manchado y sé que te darás cuenta  que todo fue por nuestro bien... Sacrificare todo lo que ayer fue... Y en éste, mi nuevo mundo jamás será de nuevo"

Así fue la despedida de aquellos dos, tan lindos, tan bellos, tan puros, amándose y llorando sus penas... Pero todo eso fue parte de lo que ayer fueron y de lo que jamás serán de nuevo.

Lo que fue ayer... Y no será jamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora