Parte 2

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La mañana amaneció fría sobre sus hombros, ni el refugio de los árboles más viejos del parque de la ciudad, le salvaron de las frescas horas. A su alrededor, el parque se encontraba oculto entre una niebla espesa, y un silencio que lo dominaba por completo.

 Había dormido poco, con las sirenas yendo y viniendo, lejanas para su fortuna, pero sabía que lo buscaban. Se pasó toda la noche pensando en su hermana, y en el dolor de sus nudillos. Ahora no sabia que hacer, estaba atrapado, sabía que había cometido un error pero; ¿Qué podía hacer? No tenía muchos lugares donde esconderse ahora, tenía hambre, frío y miedo, y aquel parque oscuro entre la neblina, no era una buena opción.

 Sólo conocía un lugar que sentía como su hogar, bueno, él no sabía lo que era un hogar, o como se sentía, pero siempre había imaginado que sí tenía un hogar en el mundo, era aquel.

 Las calles seguían desiertas a esas horas, a excepción de la feria dominical que se levantaba en la calle principal, aún había pocos puestos, pero pronto aquello posiblemente estaría colmado de gente. Pensó que lo mejor sería ir por las calles pequeñas menos transitadas, seguro seguían buscando sus pasos por la ciudad. Pasó junto a una panadería y su estómago no pudo evitar retorcerse en su interior al sentir aquellos olores, a masas recién horneadas y pan apenas quemado, miraba de reojo mientras pasaba y se le inundaba la boca de saliva, apretó el paso y siguió caminando.

 No sabía qué hora era, pero sí que faltaba mucho para la apertura, se quedó de pie cerca de la puerta junto a una columna telefónica y esperó. Debieron pasar unas dos horas hasta que vio acercarse a aquella mujer esbelta, de unos cuarenta años, creería él, acercándose suavemente por la acera contraria. Se acercó a la puerta junto a la mujer, demoraba un poco para abrirla, era una cerradura bastante vieja. Se empezó a sentir nervioso, no sabía porqué, no lo había estado en todo el rato que pasó allí. La mujer se percató de su ansiedad y se extraño.

– ¿No es un poco temprano? No se van a ir a ningún lado, es la imaginación la que vuela, no ellos– , dijo sonriéndole, tenía la nariz y los cachetes colorados.

 Le respondió la sonrisa sin pronunciar palabra. Por fin la cerradura cedió y se aventuró dentro, tan rápido como se lo permitió la colosal señora, con su paso lento. Se dirigió a los estantes, tomó el primer libro que vio y se adentro en la parte más profunda de la sala, aún dominada por la penumbra.

 Empezaron a encenderse las luces poco a poco pero sabía que la última estaba averiada, por lo que cual estaría bien escondido allí. Hacía mucho tiempo no se sentía tan seguro, la última y única vez que había sentido tal alivio fue cuando, su padre, los abandonó a él, su madre y hermano hacía mucho tiempo. Aunque ahora era muy diferente, su padre se había ido y eso significaba no más palizas brutales sin razón, pero sabía que su vida colgaría de un hilo al salir de aquel santuario.

 Se había topado, por casualidad, con aquella biblioteca un par de años atrás, mientras pedía limosnas en la calle. Apenas sabía leer, pero lo poco que aprendió en la escuela le fue suficiente para meterse entre aquellos viejos trozos de papel amarillento y tapas semi-destruidas. Conoció muchos amigos, padres, hijos y hermanos en aquel lugar, la familia que no tenía fuera. A excepción de la pequeña, a la que siempre le intentaba meter algún libro en la cabeza, quería que ella también pudiera tener esa magia entre sus manos. Pero ahora, tampoco la tenía a ella, sólo a sus viejos conocidos, su familia incondicional, pero que ahora no podían ayudarlo, cuando más los necesitaba.

 Se sentía abrumado, por primera vez en su vida se sintió como un niño, lo que nunca había sido. Sentía que su niñez perdida venía a buscarlo, para quitarle todas sus fuerzas, en el momento que más las necesitaba. Le atacaban ideas e imágenes de lo que pasaría con él, casi podía tocarlas, cerró los ojos, se recostó en la mesa y apretó los dientes, quería desaparecer, o que todo desapareciera. Se quedó dormido después en un momento.

Un silencio más. #PGP2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora