Repasó toda la ciudad en una sola tarde, reparando en aquellos lugares que le traían los mejores recuerdos posibles, muy pocos para casi ninguno, y apurando el paso en las sucursales del infierno, que se esparcían por su memoria, con direcciones y fechas incluidas.
Se aventuró por las sombras, quería ver y oler una última vez, aquella ciudad que nada bueno le había dejado, más que algunas marcas en la piel y en el alma. Escondido en su abrigo gris, que tanto le había servido como refugio antes, evadía con gran destreza, entre las sombras proyectadas por los árboles al borde de las calzadas, las patrullas que rondaban por las calles.
Se paró en la puerta de una papelería, echo un vistazo a ambos lados de la calle, y se metió dentro. Fue hasta el mostrador, y le pidió a la joven que atendía el local, un bolígrafo prestado. La muchacha lo miró con recelo un par de segundos, pero finalmente le entregó el bolígrafo. Escribió una nota en la primer página del libro que tomó "prestado"de la biblioteca, y devolvió el bolígrafo.
–Gracias.
Dijo antes de salir.
Caminó el trayecto hasta la barriada que no lo había visto crecer, porque parecía que él siempre hubiese sido mayor, con una calma que pondría intranquilo a cualquiera que siguiese sus pasos.
Cuando alcanzó unos cincuenta metros de distancia hasta su casa, se acercó más a la pared y se recostó contra el umbral de una vieja casona abandonada. Se quedó allí, observando su casa. Veía la ventana, que aún mostraba el vidrio roto, pero ahora tapado con un cartón o una madera, no lograba distinguirlo, se fijó en el farol suspendido sobre la puerta, que alumbraba con las pocas fuerzas que le quedaban, la entrada a aquel lugar que nunca pudo llamar hogar.
No se percató de que alguien, quizás por miedo o simple precaución, había dado aviso a las autoridades, de un sospechoso merodeando por el lugar; no iban a tardar en llegar.
Se despegó de la pared y empezó a caminar en dirección hacia la puerta, le llevó unos diez minutos con su paso lento y pesado, con desánimo y miedo mezclados. Entonces la escuchó, una sirena se acercaba calle abajo, a toda prisa en su dirección. No pudo reaccionar a tiempo, se había quedado pegado al suelo, viendo como se le echaba encima, sabía que correr ahora sería inútil. Cuando se detuvo la patrulla, bajó de esta un joven uniformado, casi con tanto miedo en el rostro como él.
–¡Quieto ahí, no hagas nada de lo que te puedas arrepentir y tírate al suelo!–, le gritó escupiendo saliva y nervios.
Se le quedó mirando un par de minutos, el terror de la situación le sujetaba todas las extremidades, y lo hacían temblar tanto, que parecía que sus partículas iban a comenzar a separarse. Pensó en su hermanita, en su padre, en su hermano y su madre, pensó en todo lo que le quitaron y lo poco que le dieron, solo se arrepentía por Alena, por dejarla sola en ese mundo cruel, que lo dejó vencido en tan poco tiempo, las lágrimas volvían a caerle. Entonces metió la mano en el bolsillo derecho de su abrigo.
–¡Quieto, quieto o disparo! –,volvió a escupir el policía, lo ignoró, no porque no le temiera o no lo importase, si no porque no lo escuchaba, era como si todos los sonidos del mundo se hubieran apagado, ni siquiera podía sentir su corazón latiendo, si es que lo hacía en ese momento.
En un movimiento lento, sacó algo del bolsillo, entonces, sintió como todo se partía, el golpe le hundía el pecho y lo arrojaba a la nada, a ese lugar donde pertenecía. Le sacudía todo y le quitaba años de penas y miedos de encima, el suelo le pareció tibio y suave al caer, todo se volvió blanco, y podía escuchar su corazón, palpitaba cada vez más lento, pero en un tono dulce, que le cantaba, "todo va a estar bien".
Cayó de espaldas, y junto a él, en su mano, el libro quedó tendido, abierto en la primera página, algo se leía en una letra un poco descuidada, un mensaje para Alena:
Hermanita, cuando sientas que el mundo te destruye, por favor, no caigas, aunque te haga sufrir, no cedas. No estas sola, yo siempre estaré contigo, en cada página que pases, en cada palabra que te haga suspirar, acariciando tu alma, siempre ahí estaré.
Te quiere por siempre, tu hermanito.
Entonces, todo lo que se había puesto blanco, ahora era negro, y la dulce melodía que sonaba desde su pecho, se fue apagando gradualmente, hasta ser un silencio más.
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Un silencio más. #PGP2017
Short StorySolo un fragmento, en la tormentosa vida de un adolescente. Años de dolor desatados en una noche, y una última promesa que le hace a su pequeña hermana, la única por la que sentía deseos de seguir.