La cabeza me daba vueltas, sentía un gran dolor por todo el cuerpo, estaba muy cansado, tanto que incluso ni podía abrir los ojos. La cosa no podía ir a peor, me encontraba recostado sobre un terreno abrupto que me creaba más ansiedad de la que ya cargaba nada más despertarme.
Cuando pensaba que ese era mi final, comencé a escuchar un murmullo en el confín de mi esperanza que se intensificaba hasta tal punto que pude reconocer una voz masculina. En aquel momento decidí acumular todas las fuerzas que tenía para poder emitir un leve chirrido, llamando así la atención de aquella voz. En ese preciso momento, mientras gritaba, perdí la consciencia.
Desperté, me encontraba en una habitación, esta era totalmente blanca, tanto que incluso me costó diferenciar el canto de las paredes. Gran parte del dolor había desaparecido, como si me hubiese tomado el tradicional brebaje que cualquier abuela podía prepararte cuando llegabas mojado de la calle tras un día de intenso chaparrón. Me di cuenta de que estaba acostado en una cama de matrimonio enorme, era de tales dimensiones que podían caber incluso cinco personas estando cómodas.
Decidí levantarme y mirar donde estaba. Retiré las pesadas sábanas que aplastaban mi aún frágil cuerpo y me recliné preparado y dispuesto a dar el primer paso. Al pisar el suelo, una sensación de cosquilleo recorría mis tobillos, como cuando te retiraban la escayola después de no mantener ningún contacto con tierra firme tras varias semanas. El suelo estaba totalmente cubierto por una moqueta color beis que hacía juego con las sábanas. Me acerqué descalzo hacia la única puerta que se podía distinguir en aquella monótona habitación aún con sensación de mareo. Me dejé caer contra la misma agarrándome del pomo con las dos manos, pues las pocas fuerzas que conservaba se reunían para mantenerme en pie.
Aquel pomo tenía un mango alargado que se coronaba en una especie de extremidad esquelética que me tentaba a girarlo. Cuando conseguí presionarlo, una tenue luz anaranjada me sorprendió mientras terminaba de abrirla de par en par. Caminé por un extenso pasillo dominado por una cristalera translúcida, la cual daba lugar a unas vistas de aquel precioso cielo estrellado atravesado por una hilera de polvo estelar de todo color existente.
Mientras me arrastraba por la pared fría de aquel pasillo para no perder el equilibrio, escuché un golpe seco que parecía provenir del final del corredor.
Al terminar de girar aquella semicircunferencia, conseguí determinar el origen de la cálida luz anaranjada que mantenía absorta mi atención. Cuando por fin llegué a la puerta, tras unos insufribles pasos, me dejé caer sobre su marco para así poder descansar. Quedé impresionado al ver la disposición de aquella habitación, que estaba ordenada por una gran chimenea central la cual proporcionaba la gran llama de tono amarillentos y anaranjados que inundaban la habitación en un aire templado, además de tener todas las paredes recubiertas por estanterías de libros bien clasificados por la gama de colores del arcoíris, dotándolos de un ambiente muy cultivado en aquella habitación.
Lo que más llamaba la atención eran unos sillones meticulosamente enfocados hacia la chimenea separados por una mesa de cristal, que supongo que se usaba para apoyar cualquier tipo de libro o entremés.
Una voz familiar resonó en la sala:
- ¡Vaya!, has despertado, ¿Ya te encuentras mejor?
Parecía provenir de detrás del sillón. Yo me exalté retrocediendo un paso y, tras no encontrar ningún punto de apoyo, caí al suelo haciéndome un gran daño en la zona lumbar.
Un hombre de pelo blanco, ojos negros y estatura descomunal hizo su aparición desde el sillón. Este inmediatamente me pregunto si quería tomar un té con él riéndose con una voz tosca, a lo cual respondí con un tono árido e inseguro:
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El preludio del fin
FantasíaEsta es mi primera historia y la subo a Wattpad para que me comenten que podría cambiar o mejorar. Si pudieran contactar conmigo para opinar sería de gran ayuda. Gracias