Capítulo 1 (Parte II)

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Esa mañana, la doctora Norwood le entregó un trozo de papel con una dirección escrita y le dijo:

-Debes ir a esta dirección hoy, a las tres de la tarde. Pide ver al señor D. L. Rivington. Te estará esperando.

Lauri se sorprendió muchísimo cuando el taxi se detuvo en la dirección que ella le había dado y resultó que pertenecía a los estudios de un canal de televisión. Entró en el edificio sintiendo más curiosidad todavía con respecto al misterioso señor Revington. Cuando preguntó por él en el mostrador de recepción, la atractiva recepcionista la miró un poco sorprendida y rió por lo bajo al responderle.

-Segundo piso.

Lauri echó a andar hacia el ascensor, pero la muchacha le dijo:

-Un momento, ¿Cómo se llama? -Lauri se lo dijo. La recepcionista recorrió con el dedo una lista escrita a máquina y luego dijo: -Sí, aquí está Señorita L. Parrish. Puede subir, pero no haga ningún ruido. Todavía están grabando.

Lauri bajó del ascensor y se encontró en un cavernoso estudio de televisión. Le impresionaron los equipos y la actividad que allí reinaba.

El estudio, que mas parecía un galpón enorme, estaba dividido en los distintos decorados para el teleteatro. Uno estaba amueblado con una cama de hospital que simulaba ser equipo de medico. Otro era un living. A sólo un metro y medio había un tercer decorado que representaba una cocina pequeña. Lauri deambuló por el estudio, observó los decorados con curiosidad y procuró no tropezar con los kilómetros y kilómetros de cables que cubrían el piso y se enroscaban alrededor de las cámaras y los monitores.

-Eh, preciosa, ¿Qué necesitas? –le pregunto un camarógrafo de jeans.

Sobresaltada, Lauri farfulló:

-Yo...sí... ¿El señor Rivington? Tengo que verlo.

-¿El señor Rivington? –repitió el camarógrafo con tono de burlo, como si ella hubiera dicho algo divertido-. Que formal. ¿Pasaste la requisa de recepción? –Ella asintió. –Entonces lo veras. ¿Puedes esperar a que grabemos esta escena?

-Sí, claro –dijo ella.

-Párate allá, permanece en silencio y no toques nada –le advirtió el técnico.

Laura se instalo detrás de las cámaras que enfocaban un decorado que a ella le pareció el vestíbulo de un hospital.

Se puso entonces a observar al actor que hacia latir de prisa los corazones de millones de mujeres norteamericanas. Estaba sentado con displicencia frente a una de las mesas de utilería y comía una manzana que había robado de la cesta que estaba sobre la mesa. Lauri se preguntó si sus admiradoras se habrían sentido tan fascinadas con él si hubieran oído a Drake Sloan hablarle en forma tan poco caballeresca a su compañera de rubro. Pero, bueno, esa rudeza era parte del encanto, ¿no? Él era el médico "macho" que se llevaba por delante a todas las personas de ese hospital ficticio y convertía a las mujeres en gelatinas temblorosas con sus modales dominantes y su aspecto apuesto y seductor.

Bueno, pensó Lauri objetivamente, tantas mujeres no podían estar equivocadas. Él tenia, sin dudad, cierta seducción animal... si a uno le gustaba esa clase de atractivo. Lo que primero llamaba la atención era su color. Su pelo era de un tono marrón ceniza poco común, pero bajo los reflectores del estudio parecía casi plateado. En contraste con esa cabellera plateada tenia cejas gruesas y oscuras y bigotes, también oscuros. El bigote reforzaba la insolente sensualidad de su labio inferior y enloquecía a las amas de casa, las profesionales y las abuelas. Pero su rasgo más cautivante eran sus ojos de un color verde vibrante. En los primeros planos brillaban con un fuego capaz de derretir el corazón de la mujer más indiferente.

Romance Silencioso (Sandra Brown)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora