CAPITULO 1 "LA PRIMERA IMPRESIÓN"

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Voy en el avión rumbo a Corea del Sur. En mi mente miles de preguntas se hacen presentes: ¿En dónde viviré? La familia que aceptó darme asilo durante mi estancia en Seúl ¿Serán buenas personas? ¿Podré  adaptarme rápidamente o me arrepentiré a los pocos días? Sin darme cuenta me quedé dormida. Aún faltaba tiempo para llegar y con la ansiedad de un viaje, el primero en mi vida, no pude dormir bien la noche anterior. 

Así sin darme cuenta las horas pasaron rápidamente, hasta que el anuncio del piloto de que estábamos por aterrizar me despertó. Mis nervios crecieron más de lo pensado. Sentirme ya a escasos metros de tocar suelo Coreano hacia que mis manos sudaran. Inhalé lentamente tratando de esfumar mi nerviosismo. 

Por fin pisamos tierra y sin más al momento de que los demás pasajeros descendieron del avión los seguí. Tomé mis maletas y me encamine hacia el interior del edificio, que por cierto era inmenso, para documentar mi equipaje. 

Después de todo el trámite me dirigí a la salida esperando encontrarme con la familia que me esperaba para llevarme a mi nuevo hogar. Caminé despacio mientras admiraba la magnífica construcción hasta que sentí un dolor en mi hombro proveniente de un golpe con otra persona. Me giré rápidamente para disculparme pero de esa persona no recibí respuesta. Levante la vista y quede paralizada al ver que se trataba de una chica. Su rostro liso y piel clara, su boca pintada de un color rojo carmesí y sus mejillas con un toque rosado de rubor. Sus ojos estaban cubiertos por gafas oscuras que tapaban desde sus cejas hasta el comienzo de sus mejillas. Sin decir palabra alguna se alejó del lugar rumbo a la sala de abordar con un teléfono celular en su mano. 

Minutos más tarde logré percatarme de un letrero en el cual venia mi nombre, lo sostenía una señora no muy mayor de edad, cabello corto y oscuro, y de estatura media. Por su  rostro parecía ser una persona de buen corazón. Acompañada de una joven un poco más alta que ella, cabello oscuro, lacio y largo, tenía su frente cubierta con el pelo casi llegándole a los ojos. Era en realidad muy hermosa, ambas lo eran. 

Levanté mi mano en señal de que la persona que buscaban era yo. La señora sonrió, haciendo que sus ojos se hicieran más pequeños, pero aumentando la nobleza de su rostro. 

—Hola, yo soy Mariana Nava —me presenté al estar frente a ellos con una reverencia. 

Afortunadamente antes de este viaje llevaba clases de idiomas por lo cual aprender coreano no me fue muy difícil aunque aún me faltaba para poder hablarlo fluidamente. 

—Bienvenida, sabía que eras tú, tus ojos son grandes y hermosos —dijo sonriéndome nuevamente la señora—. Ella es mi hija mayor. Y ese que viene ahí es mi hijo Seung Hyun. 

—Mucho gusto —volví a ofrecerles una reverencia a la cual la joven respondió con otra y una sonrisa en sus labios. El chico solo giró su vista hacia otra parte como si no le interesara estar ahí. 

Era un chico de cabello corto y del mismo color, su cara delgada y un poco larga, lo que más me llamó la atención de él fueron sus ojos. Tenía una mirada nada típica. Una que te hacía sentir observada hasta lo más profundo de tu ser. Ruda pero al mismo tiempo triste. 

En seguida nos marchamos rumbo a su casa, mi nuevo hogar. En todo el transcurso del camino la señora conversaba conmigo sobre esta ciudad. En cuanto tuviera oportunidad me mostraría los lugares más hermosos. Aunque estaría difícil escoger solo algunos. Seung Hyun se mantenía en silencio reposando su cabeza sobre la ventanilla del auto el cual manejaba su hermana mayor. Parecía desear estar en otra parte del mundo menos en donde estaba ahora. Por más que intentara no podía despegarle de vista. Había algo en él que me desconcertaba ¿Será su mirada o su forma desinteresada para conmigo? No lo sabía pero debía dejarlo a un lado. Recién es mi primer día en Seúl como para estar preocupándome a quien le caigo bien y a quien no. Aunque resultaba un poco difícil no hacerlo ya que ese chico sería mi compañero en mi nueva casa por tres años. 

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