Pude olvidar muchas cosas

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La primera lectura exterminó mis partículas de vida, un nudo comenzó a formarse en mi garganta. Soy un chico que no llora, no lo haría en ese momento, aunque no estaba muy lejos de hacerlo. Vi el color del papel de la segunda carta que encontré, me retorcí del dolor, sabía exactamente cuál carta era... y de nuevo, mi masoquismo me invitó a seguir leyendo. La olí, la sentí, la viví de nuevo, demasiado complicado. En ese momento entendí que aún no superaba a Camila, mi Camila. Volver a ver todo, fue como ponerme en la herida, y me estaba gustando lastimarme.

Pude olvidar muchas cosas pero nunca tu sonrisa, esa que me volteaba el mundo ¿Sabes? En ocasiones, como un ser humano promedio, intentó fijar la vista al frente, sin voltear a ese pasado que me sigue acariciando. Pero, siempre que volteo la mirada, me revuelves los intestinos, para bien, claro. Cuando me fui, lo hice para ser mejor persona, porque, uno, cuando se enamora, quiere siempre lo mejor para su otro yo. Y eso quería, pero, realmente no supuse que te irías a ser feliz en otros ojos. Fue duro, puesto que, acomodé todo aquello que me fastidiaba la vida mientras estábamos juntos. Pensé tontamente en mejorar para ir por ti, cuando, en resumen, pensé egoístamente en mi. Las noticias aveces son crueles, como cuando de repente te golpeas el dedo más pequeño en la comoda. Así las recibí, una a una, y bueno, mi cara dura nunca me dejó quejarme. Pero, por dentro me quemaba, me habías extirpado el alma, y yo solo tuve que seguir sin opción alguna. Verte era complicado, de repente te encontraba y cuando me sonreías solo apretaba los puños para no ir a abrazarte. Piénsalo, tener en frente la felicidad en estado puro, y no poder ir hacia ella; era casi masoquismo. Los días marcan los cambios, y día a día encontraba una versión nueva de mi, aunque, siempre deseaba tenerte en ella. Imposible, aunque siempre dudado de esa palabra, así lo fue, solo podíamos hablar de vez en cuando... Tu nuevo amor complicaba las cosas, y yo, como maestro en actuación, fingía ser tu amigo. ¿Cómo se es amigo de alguien que te eriza la existencia? Lo hice, caray, fue, terrorifico, sin embargo, daba gracias a Dios por volver a verte siempre que se podía. Tu voz me zumbaba los oídos, el cerebro. Nunca conocí una voz más perfecta, en el sentido de que ilógicamente me curabas todo. Borrabas el pasado, coloreabas el presente, trazabas el futuro. Qué cualidad más grande, y nadie más la ha tenido, no si sea justo, bueno, la vida no se trata de justicia. El tiempo, implacable, me invitaba a apartarte un poco, e, inalienablemente, me fui. Con una sola consigna; no interponerme entre tú y mi felicidad, y digo mi felicidad porque verte feliz me ponía feliz a mi. Imagina, el indulto absoluto a todas las heridas, que, sin querer me habías recetado. En la insistencia del tiempo, perdí la cuenta, entendí que contar los días que nos mantenían lejos era suicida, y fui perdiendo la noción, hasta que lo que nos había unido se volvió polvo, al menos en ti, porque puedo decir que yo te mantuve en mi pensamiento, no es la gran cosa lo sé, pero era un espacio solo nuestro. Después de mi primer amor, nada iba a partirme, lo apostaba. Perdí, y cuando en el amor pierdes, has ganado, de verdad. Te perdí, al ganar esa nueva forma de amar, cuando tenía el corazón blindado, y los sentimientos ausentes. Te perdí y te gane tantas veces, que creo que aún eres mía, porque sé que me recuerdas, de vez en cuando, sobre todo cuando lees un libro, porque te contagie ese espíritu lector, también cuando el clima es frío que no quema, y tan tibio que deja al frío hacerte sentir lleno de paz, o cuando en la intimidad comparas sexo y amor, la caricia escrita en la piel. Te perdí, cachetes, pero, seguimos siendo una bella coincidencia. Y en alguna galaxia o vida nueva, sé que mi nombre va a retumbarte el corazón entero

Las cartas que nunca le di a Camila Donde viven las historias. Descúbrelo ahora