La mansión de Hanz

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La mansión de Hanz (1578)

Todos los ciudadanos de Arkham sellaban puertas y ventanas para intentar dormir, la locura colectiva reinaba aquellos oscuros días y esto era ocasionado por las extrañas desapariciones de niños y ancianos que cada vez eran más frecuentes.

La ciudad estaba al borde del colapso, los pobladores estaban en un estado de psicosis, peleando entre ellos, intentando proteger a sus familias. La comida escaseaba, nadie quería ocuparse de los cultivos ni de la ganadería, por lo que con el pasar de los meses las enfermedades se hicieron comunes, llevando a un incremento en el número de pérdidas humanas.

Los soldados encargados de proteger a los civiles, se tornaron más crueles, e incluso ocupaban la fuerza bruta sin justificación alguna, estaban hartos de buscar gente desaparecida sin éxito.

A pesar de lo que acontecía en Arkham, un hombre joven mal llamado brujo por sus conocimientos en medicina, decide volver a su ciudad natal con la intención de ayudar a los pobladores que comenzaban a enfermarse hasta morir.

La mansión de su padre lo esperaba, aunque habían pasado años desde la última vez que estuvo en aquel lugar, ya que cuando su madre falleció decidió distanciarse de todo lo que le recordara su esencia.

Hanz estuvo unos segundos de pie frente a la mansión de su padre, con una pesada maleta llena de libros y otros elementos extraños. Quiso observar la luna llena sobre los altos e inmóviles arboles brillando como si nada malo ocurriese, luego tomó su maleta confiado, ordenando las palabras que le diría a su padre en su mente.

 “Hola padre, dicen que soy un brujo y estoy loco por sanar a las personas” no… No era bueno para relacionarse.

Subió las escaleras, cada vez más cerca de la enorme puerta, que extrañamente no estaba sellada como la del resto de los ciudadanos, tocó un par de veces y no tardó en tener respuesta.

La criada fue quien lo recibió y al momento de verlo sus ojos se llenaron de lágrimas. Hanz había olvidado la cara de aquella mujer, habían crecido juntos y siempre pensó que era hermosa, pero algo torpe.

_ Señor.- hizo una reverencia mientras su voz sonaba quebrada.

_ ¿Por qué lloras Beth? Mi padre te ha regañado como siempre, lo sé, ahora hablaré con él, lleva mi maleta con cuidado, llevo pertenencias delica…

_ Su padre desapareció…- Beth cayó sobre sus rodillas, su cuerpo tiritaba.

Hanz dejó caer su maleta y la obligó a ponerse de pie.

_ ¿De qué estás hablando? ¿Cómo desapareció…? ¡Beth!

La criada secó sus lágrimas.

_ No sabía cómo darle la noticia señor… su padre desapareció hace dos semanas, como casi todos los ancianos de Arkham.

El joven podía sentir cómo los latidos de su corazón se aceleraban, mientras que una fuerte presión en su cabeza lo obligó a apoyarse contra la pared, sus piernas ya no le respondían, y su visión era deficiente, hasta que sus ojos se cerraron y cayó fuertemente.

Hanz despertó con un leve, pero molesto dolor de cabeza, estaba en la habitación que había sido suya desde pequeño. Aún era de noche.

Beth se acercó apenas notó que abrió sus ojos.

_ ¿Se encuentra bien señor?- preguntó nerviosa, tropezando al acercarse a la cama.

Hanz se sentó sobre la cama, tocó su cabeza un par de veces buscando alguna herida, por suerte no tenía nada extraño.

_ Antes de que mi padre desapareciera… ¿Sucedió algo fuera de lo común?- preguntó tratando de ponerse de pie.

La criada miró el piso confundida tratando de recordar.

_ Él iría a comprar dulces para su llegada, estaba feliz, insistí en ir yo ya que se encontraba afiebrado y…

_ ¿Estaba enfermo y aun así lo dejaste salir?

_ Él insistió, de verdad me arrepiento, avisé a los guardias, pero no han tenido noticias… absolutamente nada.

_ Debo hacer el recorrido y buscar algún indicio… quizás alguien vio algo.

Beth lo tomó bruscamente del brazo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

_ Nadie sale por las noches, no después de todas las desapariciones, no vaya, por favor.

Hanz no la escuchó más, sólo tomó su abrigo y salió de la mansión a las desoladas calles. Por alguna razón no sentía temor, sus ansias por saber la verdad y encontrar a su padre eran mayores que cualquier tipo de miedo.

La tienda debía estar cerrada, él bien lo sabía, pero continuó su camino como imaginaba que habría hecho su padre aquella vez.

Como supuso, no sucedió nada, vagó por unas dos horas y fue suficiente para volver a casa algo decepcionado.

Aun así, él desconocía que alguien le seguía el rastro hace un par de días, y esta no fue la excepción, sus respuestas estaban más cerca de lo que creía.

Al entrar en la mansión, fue estremecido por un peculiar aroma, era dulce, y a la vez extraño, desconocido, Beth no utilizaba perfumes, y tampoco cocinaría a esas horas de la noche, de seguro ella estaba dormida.

_ ¿Beth, preparas algo?, deberías descansar…

Hanz fue interrumpido por el sonido de su piano en la sala de estar, alguien tocaba una canción que él no conocía.

Se acercó con el paso acelerado para ver qué sucedía, atravesó los amplios pasillos, encontrándose con todas las velas encendidas.

Cuando llegó a la sala de estar se encontró con una mujer que jamás antes había visto en la ciudad, su belleza lo dejó mudo, incapaz de articular palabra alguna. Ella se puso de pie, y lo miró desafiante, sabía que él no hablaría.

_ Hola Hanz.- dijo sonriendo.

Él reaccionó.

_ ¿Qué haces aquí? ¿Te conozco?

_Claro que no, no suelo venir a lugares como este… espero que no te moleste, pero me di el tiempo de conocer tu mansión, es realmente hermosa, aunque tu criada un poco testaruda no me recibió precisamente con los brazos abiertos…- se acercó lentamente al confundido médico.

_ ¿Dónde está ella?- la interrumpió.

_ Tranquilo, ella está dormida, en su habitación, está bien, no tienes de qué preocuparte… es por ti que estoy hoy aquí.

_ ¿Qué quieres? Deberías irte, no me interesa tener extraños en mi hogar.

_ ¡Cállate!- la mujer puso su dedo sobre los labios de Hanz.-Tengo todas las respuestas que necesitas, gracias a mi serás un médico renombrado o brujo, sé todo lo que está sucediendo, e incluso sé quién atacó a tu padre…

_ ¿De qué estás hablando? ¿Viste algo?

_ Tan solo sígueme y te diré todo lo que necesitas saber.

La mujer extendió su mano con una malévola sonrisa pintada de rojo, Hanz la tomó, estaba tan fría, pero confiaría, después de todo, ya no había más alternativas para él.

Almas malditasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora