Capítulo uno

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A pesar de tener una noche alborotada, en un abrir y cerrar de ojos, Luc se encontraba observando como todo lo que había visto de pequeño se alejaba con velocidad, desde la ventanilla de su coche. Su madre al volante no para de vociferar, aunque el muchacho la ignoraba por completo.

De repente, su mente advirtió que se estaban deslizando por una carretera llena de grietas y le fue imposible imaginar al vehículo dando vueltas y a su madre ahogándose en su propia sangre. Ya estaba acostumbrado a tener ese tipo de pensamientos, pero eso no lo hacía menos agobiante.

Mientras su ritmo cardíaco se aceleraba y entrelazaba los dedos de sus manos presionándolos con fuerza, los intentos frenéticos de desechar esa imagen mental y pensar en algo más agradable aumentaban. Entonces comenzó a contar en su interior.

- Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete... - Era una de las únicas cosas que podían ayudarlo en ese momento y para él tenía mucho sentido.

Su voz interior había llegado hasta el número mil quinientos cuando su madre aparcó el automóvil en frente a una gran instalación arquitectónica.

Se trataba de un edificio de tres pisos cuyo aspecto se asemejaba al de una mansión victoriana. Parecía un escenario digno de la literatura gótica. Sus extensas paredes blancas estaban llenas de ventanas y un pequeño jardín rodeado por rejas oscuras de gruesos barrotes decoraba el exterior.

Cuando finalmente lograron entrar, un hombre robusto de pelo canoso, ataviado con una túnica blanca, los invitó a tomar asiento en una oficina de aspecto rústico y lujoso. El suelo se encontraba cubierto de tapiz bordó y en las paredes se podía encontrar algunas pinturas de Caspar David Friedrich.

El chico llegó a ver una tarjeta de ese hombre que decía: Doctor Héctor Aigner, director.

Su madre intercambió algunas palabras con el director, firmó algunos papeles, luego se despidió de él con un abrazo y le prometió que todo estaría bien.

- Enseguida vendrá la señorita Millman, una de nuestras enfermeras. Ya la mandé llamar. Ella te mostrará tu nueva habitación y te explicará algunas cosas sobre nuestra política - Le dijo el doctor Aigner con voz ronca cuando finalmente estuvieron solos.

- Gracias - Respondió el joven.

Transcurrieron unos minutos cuando una joven se presentó en la oficina del doctor Aigner. La cofia de enfermera le impedía lucir por completo su ondeado cabello color cobre que en el momento se encontraba recogido. Su delgado cuerpo lleno de curvas femeninas lucía un uniforme blanco perfectamente planchado y sus ojos oscuros hacían perfecta combinación con sus arqueadas pestañas. A pesar de su buen aspecto, Luc pensó que parecía más una paciente que una enfermera.

- ¿Este es el muchacho? - Preguntó observándolo detenidamente.

- Así es, señorita Millman - Respondió la voz ronca del director de la institución.

- Vamos - Dijo la joven esbozando la más educada sonrisa.

Abandonaron el despacho. Luc siguió a la joven enfermera por los blancos pasillos cuyo orden y limpieza le generaban una atmósfera de paz.

- Trastorno obsesivo compulsivo, ¿eh? - Dijo la muchacha conservando la sonrisa en su rostro.

- Así es - Respondió Luc - Así es.

- No es muy común para nosotros recibir pacientes con esa patología. Estamos acostumbrados a tratar con gente que intenta suicidarse, o que son un peligro para la sociedad, como asesinos seriales o psicópatas, entre otros - Al ver la cara de sorpresa de Luc, los labios de la joven enfermera pronunciaron - ¡Es broma! Los pacientes peligrosos, están en otro pabellón.

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⏰ Última actualización: Feb 17, 2017 ⏰

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