Tomamos el metro a Times Square. Descubrimos que sería un buen lugar para empezar a buscar. Estaba en el medio del Distrito del Teatro y estaba lleno de extraños cantantes callejeros y cerca de un billón de turistas, así que era el lugar natural para buscar a una diva dorada tratando llamar la atención.
Grover no se molestó en disfrazarse. Su camiseta blanca rezaba: “¿Qué haría pan?” Las puntas de sus cuernos salían de su cabello rizado. Usualmente, él usaba jeans para cubrir sus peludas piernas y zapatos especialmente diseñados para sus pezuñas, pero hoy de la cintura para abajo era una cabra natural.
Pensé que no importaría. La mayoría de los mortales no ven a través de la Niebla, lo que esconde la apariencia de los monstruos. Aún sin el disfraz normal de Grover, la gente tendría que observar muy cerca para notar que él era un sátiro, y aún así, ellos probablemente no se habrían ni inmutado. Esto era Nueva York después de todo.
Mientras nos abríamos paso a través de la multitud, seguí buscando por un destello dorado, esperando ubicar a la desobediente celedona, pero la cuadra estaba tan llena como siempre. Un chico vistiendo sólo ropa interior y una guitarra estaba siendo fotografiado por algunos turistas. Los policías charlaban en algunas esquinas, viéndose aburridos. En Broadway y la 49 Oeste, la intersección estaba bloqueada y un grupo de carga estaba creando una especie de escenario. Pastores, revendedores de boletos y vendedores ambulantes se gritaban los unos a los otros, intentando llamar la atención. La música sonaba a través de docenas de bocinas, pero no oí ningún canto mágico.
Grover me dio una bola caliente de cera para ponerla en mis oídos en caso de que fuese necesaria. Él dijo que él siempre lleva un poco a la mano, para usarla como chicle, lo que no me hizo sentirme impaciente por usarla.
Se golpeó contra un carrito vendedor de pretzels y se tambaleó hacia atrás, sosteniendo la lira de Apolo en pose protectora.
–¿Sabes cómo usar esa cosa? –pregunté–. Me refiero a que… ¿Sabes qué clase de magia hace?
Los ojos de Grover se expandieron.
–¿No lo sabes? Apolo construyó las murallas de Troya con sólo tocar su lira. ¡Con la canción correcta, puedes crear casi lo que quieras!
–¿Cómo una caja para celedona? –pregunté.
–Hum… ¡Sí!
Él no sonó muy inteligente, y yo no estaba seguro de que quería verlo jugar Guitar Hero con un banjo de tortuga divino. Claro, Grover podía hacer alguna magia con su flauta. En un buen día, él podía hacer crecer a las plantas y atrapar a sus enemigos. En un mal día, él sólo recordaba canciones de Justin Bieber, lo que no hacía nada más que darme dolores de cabeza.
Pensé en idear un plan. Deseé que mi novia, Annabeth estuviera aquí. Ella era más del tipo estratégico. Desafortunadamente, ella estaba en San Francisco visitando a su papá.
Grover tomó mi brazo.
–Ahí.
Seguí su mirada. Entre la cuadra, en el escenario al aire libre, los trabajadores corrían de un lado a otro, instalando luces en el andamio, montando los micrófonos y enchufando las bocinas gigantes. Probablemente ellos estaban preparándose para un preestreno de un musical de Broadway o algo así.
Después la vi– una chica dorada abriéndose camino hacia la plataforma. Ella escaló las barricadas de la policía que acordonaban la intersección, atrapada entre obreros que la ignoraban completamente y se dirigió hacia los escalones a la derecha del escenario. Ella miró a la multitud en Times Square y sonrió, como si se imaginara que le daban una ovación salvaje. Después, ella se dirigió al micrófono central.
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Percy Jackson y la cantante de Apolo
FanfictionYa sé qué preguntarán. “Percy Jackson, ¿por qué estás colgando de un cartel de Times Square, sin pantalones, a punto de caer a una muerte inminente?” Buena pregunta. Pueden culpar a Apolo, dios de la música, arquería y poesía – también es el dios de...