Intenté no caer n pánico. Tristemente, esta no era la primera vez que yo era lanzado de un rascacielos.
Quisiera decirles que hice algunos movimientos acrobáticos, que me tomé de la punta de un letrero, o que regresé al techo con tres perfectas vueltas inversas hacia atrás.
Nop. Sólo reboté con la primera pantalla gigante, una punta de ella, me detuvo de caer. También me hizo el mejor calzón chino de toda la historia. Después, como si eso no fuera lo suficientemente malo, mi inercia me mandó hacia arriba y mis pantalones se separaron de mí.
Quedé colgado de cabeza enfrente de Times Square, aferrándome salvajemente de todo lo que necesario para desacelerarme. Afortunadamente, arriba del anuncio había un peldaño, quizá estaba debido al mantenimiento peligroso que hacen los obreros, para que ellos puedan colgar sus arneses.
Me las manejé para poder tomar el peldaño y subir. Mis brazos estaban a punto de salir de su posición, pero de alguna manera, sostuve mi agarre. Y así es como terminé colgando de un espectacular encima de Times Square sin mis pantalones.
Para responder a su siguiente pregunta: bóxers. Bóxers lisos y azules. Sin caritas felices. Ni corazones.
Ríanse todo lo que quieran. Pero son más cómodos que los calzoncillos.
La celedona me sonrió en el borde del techo, como a veinte pies encima. Justo debajo de ella, mis pantalones colgaban del palo metálico, moviéndose entre el viento como si estuvieran diciendo adiós. No pude ver a Grover. Su música se detuvo.
El lugar de donde me sostenía comenzó a hacerse más débil. El pavimento estaba a quizá setecientos pies abajo, lo que me haría hacer un grito muy largo hasta morir. La pantalla brillante de Jumbotron estaba lentamente cocinando mi estómago.
Mientras estaba colgado ahí, la celedona empezó a entonar una serenata sólo para mí. Ella cantó acerca de dejar ir a alguien, dejar pasar mis problemas, descansar en las profundidades de un río. No recuerdo las letras exactas, pero tienen la idea.
Todo lo que podía hacer era sostenerme. No me quería caer, pero la música de la celedona se apoderaba de mí, afectando mi resolución. Me hizo imaginarme a mí mismo flotando hacia abajo suave y de forma segura. Aterrizaría en las orillas del tranquilo río donde podría tener un picnic relajante con mi novia.
Annabeth.
Recordé la primera vez que había salvado a Annabeth de las sirenas en el Mar de los Monstruos. La había sostenido mientras ella lloraba y forcejeaba, intentando nadar hacia su muerte porque ella pensó que ella alcanzaría una hermosa tierra prometida.
Ahora me imaginé que ella me sostenía a mí. Podía oírla decir: “¡Es un truco, Sesos de Alga! Tienes que engañarla de vuelta o morirás. Y si mueres, ¡nunca te lo perdonaré!
Eso rompió el hechizo de la celedona. La furia de Annabeth era más escalofriante que la mayoría de la de los monstruos, pero no le digan que dije eso.
Miré hacia mis jeans, colgando sin uso allá arriba, mi espada estaba en forma de pluma en mi bolsillo, lo que no me hacía bien. Grover había empezado a cantar acerca de aves otra vez, pero no estaba ayudando. Aparentemente la celedona sólo se transformó en un ave cuando ella fue asustada.
Esperen…
Fuera de la desesperación, formé el Plan Estúpido Versión 2.0.
–¡Hey! –le llamé–. ¡Eres realmente asombrosa, Señorita Celedona! Antes de morir… ¿Podría tener tu autógrafo?
La celedona paró a media canción. Se vio sorprendida, y luego sonrió con placer.
–¡Grover! –le llamé–. ¡Ven para acá!
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Percy Jackson y la cantante de Apolo
FanfictionYa sé qué preguntarán. “Percy Jackson, ¿por qué estás colgando de un cartel de Times Square, sin pantalones, a punto de caer a una muerte inminente?” Buena pregunta. Pueden culpar a Apolo, dios de la música, arquería y poesía – también es el dios de...